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EL REMEDIO DIVINO PARA EL ORGULLO


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“En ese mismo instante se cumplió la sentencia anunciada, y Nabucodonosor fue separado de la gente; comió hierba como los bueyes, y el rocío empapó su cuerpo, hasta que el pelo y las uñas le crecieron como si fueran plumas y garras de águila” (Daniel 4:33 DHH).

Este versículo del libro de Daniel es una admonición universal: “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6 NTV). Nabucodonosor fue el primogénito excelso de Nabopolasar, rey de Babilonia. La historia refiere que Nabucodonosor fue un gran estratega militar, que llevó a la nación de Babilonia al zenit de la gloria, el poder y las riquezas; probablemente, el rey más sublime de todos los tiempos.

Sin embargo, Nabucodonosor como cualquier ser humano tenía pies de barros también. Nabucodonosor era un hombre muy orgulloso que no le daba la gloria a Dios, pues creía que todo el poder de su vasto reino y la belleza de su capital, eran el producto de su fuerza y de su propio ingenio. Nabucodonosor padecía del más dañino de todos los males del corazón humano: la soberbia; e ignoraba que es el único pecado que Dios resiste tenazmente.

Por eso Dios permitió que Nabucodonosor enfermara por siete años de zoantropía, aquel trastorno psicológico que lleva a la persona a imitar el comportamiento de un animal. Dios permitió que este rey altivo fuera humillado paciendo entre las bestias, hasta que reconociera que “el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere” (4:25).

El primer pecado en el cielo lo cometió Lucifer y fue el orgullo. El principal pecado en la tierra lo cometió Adán y fue el orgullo. El orgullo es el combustible que alimenta las flamas del infierno y es el principal causante de todas las miserias de la raza humana. El orgullo destruye la salud física, emocional y espiritual del individuo. Arrasa con la unidad, la comunicación y la paz en la familia. Erosiona la justicia, la equidad y la libertad de la sociedad y debilita la concordia entre los pueblos conduciéndolos a la guerra.

Después que Nabucodonosor recobró la cordura y le fue devuelto su trono dijo estas palabras: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco, y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (4:37). Así que, es el mismo Nabucodonosor que te aconseja humillarte delante de Dios ahora mismo, para que seas exaltado y prosperado en todos tus caminos.



-Carlos H. Suárez


Plan de lectura de la Biblia completa en un año:

Marzo 19, 2019
Deuteronomio 16-17
Lucas 1:1-25

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