CARA A CARA
CARA A CARA
«Nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara» (Dt 34:10).
Moisés, uno de los siervos de Dios más prominentes en todo el Antiguo Testamento, falleció en el monte Nebo, ubicado en la llanura de Moab, al oriente del río Jordán. Dios mismo lo enterró frente a Bet-peor para que nadie conociera el lugar de su sepultura y así evitar la tentación de rendirle culto. Moisés tenía ciento veinte años cuando el Señor lo llamó a su presencia, y los hijos de Israel guardaron luto por él durante treinta días. Si se conociera el lugar donde Dios sepultó su cuerpo, un epitafio apropiado para su tumba podría ser: «Dios lo conoció cara a cara».
El Señor examinó minuciosamente los pensamientos de Moisés y observó con atención las intenciones de su corazón, hallándolo fiel. De hecho, Dios mismo declaró que Moisés fue el hombre más manso y humilde de entre todos los habitantes de la tierra, lo que establece una maravillosa conexión con el carácter extraordinario de Jesús de Nazaret, quien dijo de sí mismo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11:29).
Al final de su notable vida, Dios le concedió a Moisés el privilegio de contemplar la inmensidad y belleza de la Tierra Prometida desde la cumbre del monte Nebo, aunque no le permitió entrar en ella. Moisés y Aarón fueron siervos íntegros, pero no perfectos. Durante un episodio en Meriba (que significa «confusión»), el pueblo se quejó amargamente contra Dios y sus siervos debido a la falta de agua. En respuesta, el Señor ordenó a Moisés que tomara la vara y hablara a la roca para que brotara agua para todos. Sin embargo, Moisés, alterado por el enojo, les gritó al pueblo, levantó su mano y golpeó la roca dos veces con la vara, haciendo que el agua brotara a raudales. Aunque Dios suplió la necesidad de su pueblo, Moisés y Aarón desobedecieron el mandato divino, lo que les impidió entrar en la Tierra Prometida. Como consecuencia, Aarón murió en el monte Hor, y aunque Moisés se mantenía vigoroso y sin achaques, también falleció en la llanura de Moab, al otro lado del río Jordán.
El renombrado predicador estadounidense del siglo XIX, Dwight L. Moody, resumió la vida de Moisés en tres etapas: «Durante los primeros 40 años de su vida, pensó que era alguien importante. Durante los siguientes 40 años, aprendió que en realidad no era nadie. Durante los últimos 40 años, vio lo que Dios puede hacer con un don nadie». Este es un resumen impactante del proceso por el cual el Señor moldeó a su gran profeta. Aunque hubo muchos siervos de Dios en la antigüedad, Moisés estuvo más cerca de ver el rostro de Dios que cualquier otro hasta la venida de Jesucristo.
Además, Moisés fue el líder escogido por Dios para llevar a cabo una de las hazañas más grandiosas de la historia antigua: guiar a un pueblo terco y numeroso durante cuarenta años a través del desierto, desde la ciudad de Ramsés, en Egipto, hasta las llanuras de Moab, al oriente del río Jordán. Bajo su liderazgo, Dios mostró su poder de manera sobrenatural al abrir el Mar Rojo, proveer maná y codornices en el desierto, y dar agua de la roca. Sin embargo, Moisés no solo fue un caudillo, sino también un intercesor incansable y un legislador divinamente inspirado, a través del cual Dios entregó la Torá al pueblo de Israel.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Juan escribió: «A Dios nadie le ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer» (Jn 1:18), un versículo que muchos consideran el más importante de las Escrituras. Moisés tuvo el privilegio de estar muy cerca de Dios, pero nunca lo vio en su plenitud. En contraste, Jesús dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14:9b). Esto significa que las palabras de Job, «De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:5), se cumplieron literalmente cuando los pastores contemplaron el rostro de Jesús en aquel establo de Belén.
Por lo tanto, «la noticia más grande que jamás llegó a oídos de la raza humana es que Dios es exactamente como Cristo» (E. Stanley Jones). ¡Aleluya! Ya no tenemos que especular acerca de cómo es Dios, porque Jesús lo ha revelado perfectamente. Jesús es el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Él (Jn 14:6).
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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