LA CLAVE DEL ÉXITO
LA CLAVE DEL ÉXITO
«Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien» (Jos 1:8 RV95).
La travesía del pueblo de Israel desde la ciudad de Ramsés, en Egipto, hasta la llanura de Moab duró aproximadamente 40 años, tal como se menciona en Deuteronomio 2:7 y Números 14:33-34. Según Éxodo 12:37-38, alrededor de 600,000 hombres adultos, junto con mujeres, niños y una multitud de extranjeros, salieron de Egipto durante el Éxodo, bajo el liderazgo de Moisés y Aarón. Sin embargo, debido a su incredulidad y rebelión, solo una nueva generación pudo ingresar a la Tierra Prometida.
En Números 26:51, se registra que, al final de los 40 años en el desierto, se realizó un nuevo censo y se contaron 601,730 hombres mayores de veinte años, quienes estaban preparados para entrar a la Tierra Prometida bajo la dirección de Josué y Caleb, los únicos dos sobrevivientes de la generación adulta que había salido de Egipto. Además de ellos, había mujeres, niños y un número no especificado de levitas, quienes no fueron contados en este censo porque no recibieron herencia territorial, sino un llamado específico al servicio de Dios.
Alguien ha dicho: «Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados a su servicio». Este principio se refleja en la vida de Josué, a quien Dios escogió en Egipto y preparó como asistente de Moisés. En Éxodo 17:9, se menciona a «Josué, su siervo», cuando Moisés le encomendó liderar al ejército israelita en la batalla contra Amalec. Más adelante, en Números 11:28-29, Josué aparece como un joven asistente de Moisés que, movido por celos, intentó impedir que otros profetizaran en el campamento, mostrando su celo por la autoridad de su maestro.
La preparación de Josué culminó cuando Dios ordenó a Moisés designarlo como su sucesor, según Números 27:18-23. En Deuteronomio 31:1-8, Moisés confirmó públicamente esta elección, asegurando a Israel que Dios iría delante de Josué para guiar al pueblo a la Tierra Prometida. Ahora, con Moisés fallecido, ha llegado el momento de que Josué asuma su rol de líder, cruce el río Jordán con el pueblo y conquiste la tierra que fluye leche y miel, enfrentando a poderosos adversarios.
En Canaán habitaban siete naciones, caracterizadas por su fiereza y su pericia en la guerra. Sus ejércitos contaban con carros herrados, grandes multitudes que los acompañaban y ciudades fortificadas aparentemente infranqueables. Sin embargo, Dios no dejó a Josué sin la clave para la victoria. En Josué 1:8, le dio un mandato claro: «Nunca se aparte de tu boca este libro de la Ley; medita en él de día y de noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito».
El éxito en la conquista de Canaán no dependería del poder militar, de estrategias sofisticadas o del número de soldados, sino de la relación con Dios, de la meditación en su Palabra y de la obediencia absoluta a sus mandamientos. Este principio espiritual trasciende el tiempo y sigue siendo vigente hoy en día.
Todos anhelamos alcanzar el éxito en nuestras vidas. Pero, ¿en qué fundamentamos nuestras esperanzas? ¿Cómo definimos el éxito? La Biblia nos ofrece una fórmula infalible: amar a Dios y obedecer su Palabra. Este principio ha sido efectivo a lo largo de la historia. Funcionó para Josué y funcionará para cualquiera que lo ponga en práctica hoy.
Dios conoce tus anhelos, pero separados de Él, jamás los alcanzaremos. Llegar a la cima del éxito sin Dios no es solo difícil, sino imposible. La realización de tus sueños no depende únicamente de tu talento, contactos, recursos o preparación académica. El verdadero éxito radica en Dios.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
No hay comentarios
Publicar un comentario