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COSAS MALAS OCURREN A PERSONAS BUENAS



"Queridos hermanos en Cristo, no se sorprendan si tienen que afrontar problemas que pongan a prueba su confianza en Dios. Eso no es nada extraño" (1 Pedro 4:12 TLA).

El domingo 26 de diciembre de 2004, miles de cristianos se reunieron en sus diferentes iglesias para adorar al Señor. A las 7:58 hora local, un terremoto submarino ocasionó una serie de tsunamis devastadores a lo largo de las costas de la mayoría de los países que bordean el océano Índico, matando a unas 275 mil personas a su paso, sin contar los millares de desaparecidos.

Varias generaciones de miles de familias, abuelos, padres, hijos y nietos, fueron desarraigados de sobre la faz de la Tierra y de la historia también. Cientos de apellidos ya no existen, porque todos sus miembros fueron soterrados o arrastrados al mar y las gigantezcas olas destruyeron sus casas y redibujaron sus  propiedades. Los hijos que se encontraban de viaje no tuvieron dónde regresar ni a quién visitar.

Job, el personaje bíblico, fue un hombre intachable, de absoluta integridad, temeroso de Dios y apartado del mal. La Escritura dice que en cuestión de horas perdió sus ganados, sus siervos, sus pastores, sus hijos e hijas, luego nos relata que también perdió su salud y el apoyo de su esposa y de sus amigos. Y es que después de la caída en el Edén, ningún ser humano, por más noble y cristiano que sea, está exento de sufrir una calamidad.

Jesús de Nazaret es el hombre más sabio y santo que ha existido, y el profeta Isaías lo describe como "un varón de dolores, experimentado en quebranto", queriendo significar que su vida terrenal estuvo marcada por todos los pesares y penurias que diariamente soportamos. Por esa razón nos invita: "Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad" (Hebreos 4:16 DHH).

—Carlos H. Suárez  F.

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