NOTICIAS DE LIBERTAD
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«El año cincuenta será declarado santo, y se proclamará en el país la liberación de todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo y cada uno volverá a su heredad familiar y a su propio clan» (Lv 25:10 NVI).
El Día de Expiación (Yom Kippur) del año cincuenta, el cuerno del carnero sería tocado con fuerza en todo el país, anunciando el año favorable del Señor: la fiesta del jubileo para toda la congregación, la liberación de todos los cautivos y el regreso de los israelitas a sus clanes y propiedades. Durante ese año, la tierra descansaría y solo se les permitiría comer lo que produjera por sí sola. Las propiedades adquiridas en ese período serían restituidas a sus dueños originales, y los esclavos, liberados. Toda la nación celebraría la vida, la libertad y la herencia que el Señor les había dado. Algarabía, reconciliación y paz marcarían la atmósfera emocional y espiritual del año del jubileo. Todos se saludarían con amabilidad, se abrazarían con alegría, intercambiarían regalos y cantarían con júbilo: «Ha llegado el año de la buena voluntad de Jehová. Jehová es bueno, y para siempre es su misericordia».
A través del año del jubileo, Dios equilibraba las relaciones entre los israelitas y, por así decirlo, repartía nuevamente las cartas, no las del azar y la fortuna, sino las de la obediencia a sus mandamientos, la fe en sus promesas, el trabajo diligente, el ahorro constante y las decisiones basadas en su voluntad y no en la propia. Cincuenta años no era un período tan corto como para que los israelitas no experimentaran las consecuencias de sus malas decisiones, ni tan largo como para negarles una oportunidad de empezar de nuevo. Dios es un Dios de una, dos y muchas oportunidades para volver a comenzar. En el año del jubileo, los israelitas nacían de nuevo, recuperaban su libertad, regresaban a la casa de sus padres y volvían a sus herencias; era un verdadero borrón y cuenta nueva para todo el pueblo. El Señor era alabado entre las naciones por su vasta sabiduría y su infinita bondad, pues ningún otro pueblo sobre la tierra gozaba de la bendición de un año de jubileo.
Sin embargo, en la actualidad sigue siendo objeto de debate entre los estudiosos si el año del jubileo se practicaba realmente como lo describe la Biblia o si era más bien una idealización teológica. En términos de su impacto real en Israel, las evidencias históricas son limitadas. No existen registros contemporáneos que detallen cómo se implementaba este sistema ni cuál era su efecto exacto en la sociedad. Algunos estudiosos argumentan que el año del jubileo pudo haber contribuido a reducir la desigualdad económica y proporcionar alivio a los más pobres y endeudados. Si Israel hubiera practicado el año del jubileo al pie de la letra, habría reducido la pobreza y la deuda, restaurado la igualdad de oportunidades económicas, prevenido la concentración de la tierra y el poder, renovado social y económicamente a la congregación, y fomentado la solidaridad y la cohesión social. Sin duda, una ley magnífica y perfecta de parte de Dios para su pueblo.
Ahora bien, los creyentes podemos vivir en un jubileo perpetuo. Si enseñamos a la gente a leer y escribir, la liberamos de su analfabetismo intelectual. Si le predicamos el evangelio del incondicional amor de Cristo, la trasladamos del reino de las tinieblas al reino de la luz. Si perdonamos sus ofensas y sus deudas, la liberamos de la terrible esclavitud emocional causada por el rencor y el deseo de venganza. Sabemos por los evangelios que Jesucristo vino a predicar el año agradable del Señor a los ciegos espirituales, a los cautivos de sus temores, a los enfermos físicamente y a los endeudados económicamente; nosotros debemos hacer lo mismo. El año del jubileo no debe ser una quimera teológica, sino el estilo de vida de todo cristiano.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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