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EPIDEMIA SILENCIOSA



"Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó" (Lucas 15:20 NTV).

La epidemia silenciosa a la que me refiero en esta reflexión es, al incremento dramático de las tasas de suicidios en los Estados Unidos en las últimas dos décadas. Esta situación desafía obstinadamente los esfuerzos de prevención y se transforma en silencio en una crisis de salud pública en todo el país. En el 2016 fueron casi 45 mil estadounidenses que se quitaron la vida. Según los datos publicados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la tasa nacional de suicidios aumentó un 35% entre 1999 y 2018, subiendo en todos los Estados.

Y los aumentos son más pronunciados entre la población adolescente del país, superando a todos los demás grupos de edad. La tasa de adolescentes y adultos jóvenes que se suicidan aumentó un 47% en dos décadas. Ahora bien, la variedad de fuerzas impulsoras detrás del incremento notable de los índices de suicidios son: aislamiento social y geográfico, hogares disfuncionales, dificultades financieras, influencia negativa de peliculas, páginas en Internet y programas televisivos, dependencia de drogas y alcohol y problemas de salud mental.

Aunque no dudo que todos estos factores coadyuvan a la rápida propagación de esta epidemia silenciosa, la Biblia ofrece sin ambages la razón fundamental de la misma: la imperiosa necesidad del abrazo del Padre. Pónganse a pensar, esta epidemia silenciosa no se está dando en un país del tercer mundo, sino en las mismas entrañas del país más rico y poderoso del mundo, y es porque la necesidad básica de todo ser humano es espiritual y no material, pues tiene que ver con el profundo vacío del alma y la vergonzosa culpabilidad del pecado.

Así que, lo que los adolescentes estadounidenses y todos los habitantes del mundo necesitan es a Cristo, pues Él es la única solución a sus problemas, la única medicina para sus enfermedades, la única respuesta para sus preguntas, el único refugio para sus temores, Él único que los puede conducir al abrazo tierno, amoroso y perdonador de nuestro Padre celestial.

-Carlos H. Suárez F.

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