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¡AVANCEN, CONQUISTEN Y POSEAN!

¡AVANCEN, CONQUISTEN Y POSEAN!

«Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a su descendencia después de ellos» (Dt 1:8 RV95).

El pueblo de Israel se encuentra al oriente del río Jordán, en la última etapa de su larga travesía por el desierto. Moisés, ya anciano, ve acercarse el final de su extraordinaria misión como líder de los israelitas. El nombre Deuteronomio proviene del griego Deuteronomion, que significa «segunda ley», ya que gran parte del libro consiste en una recapitulación y reafirmación de las leyes y mandamientos entregados por Moisés a los hijos de Israel durante su peregrinación. Este libro tiene varios propósitos fundamentales: repasar la ley dada por Dios en el monte Sinaí, renovar el pacto entre Dios y su pueblo, instruir moralmente a la nueva generación de israelitas, exhortarlos espiritualmente a vivir conforme a la voluntad divina y prepararlos para entrar y establecerse en la Tierra Prometida.

Dice un adagio popular: «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla». El libro de Deuteronomio registra tres discursos que Moisés pronunció ante el pueblo antes de su muerte y antes de que ingresaran en la Tierra Prometida:

1. Primer discurso (Dt 1:6-4:43): Moisés hace un repaso de la historia de Israel desde su salida de Egipto hasta su llegada a las fronteras de Canaán. En este relato, enfatiza las intervenciones divinas, las victorias obtenidas y las lecciones aprendidas en el desierto.

2. Segundo discurso (Dt 4:44-28:68): Se centra en la importancia de la obediencia a las leyes divinas. Moisés explica las bendiciones que recibirán si siguen los mandamientos de Dios y las consecuencias nefastas de la desobediencia.

3. Tercer discurso (Dt 29-30): Moisés llama al pueblo a renovar su pacto con Dios. Les recuerda que la fidelidad al Señor les asegurará prosperidad y vida, mientras que el abandono de la alianza traerá maldición y exilio.

A lo largo de estos discursos, Moisés subraya que la obediencia y la fe en Dios traerán vida, bendición y victoria sobre sus enemigos. Sin embargo, también advierte que la incredulidad y la desobediencia acarrearán dolorosas consecuencias.

Dios prometió a Abraham y a su descendencia la posesión de la tierra de Canaán, «una tierra que mana leche y miel» (Éx 3:8). Según Génesis 15:18-21, su extensión abarca desde el río de Egipto hasta el río Éufrates. Esto significa que la Tierra Prometida podría alcanzar los 80,000 kilómetros cuadrados, aproximadamente cuatro veces el territorio del actual Estado de Israel. Según el registro bíblico, el territorio prometido incluía lo que hoy conocemos como Israel, Palestina y partes de Jordania, Líbano y Siria. Esta región, denominada el Levante o Medio Oriente, ha sido históricamente disputada debido a su ubicación estratégica y su riqueza. La orden de Dios al pueblo fue clara: «¡Avancen, conquisten y posean!» El propósito divino no era que Israel vagara indefinidamente por el desierto, sino que tomara posesión de la tierra destinada para ellos.

John Newton, el comerciante de esclavos rescatado por la gracia de Cristo, escribió una vez: «El camino es escabroso, pero Él lo transitó antes que nosotros. Ahora está con nosotros en cada paso que damos, y cada paso nos lleva más cerca de nuestro hogar celestial».

Este famoso predicador y autor del himno _Sublime gracia_ comprendió que el plan de Dios para la humanidad no ha cambiado: Él desea darnos una vida abundante, plena y victoriosa. Así como los israelitas enfrentaron desafíos para conquistar la Tierra Prometida, cada creyente enfrenta una lucha espiritual constante contra los enemigos del alma: Satanás, el mundo y la carne. Estos adversarios no descansan y buscan alejarnos de Dios. Sin embargo, el Señor es fiel y no permitirá que enfrentemos pruebas que no podamos resistir. Su promesa sigue vigente: Él siempre proveerá una salida en los momentos de dificultad. Por tanto, confiemos en Dios, obedezcamos su Palabra y seremos más que vencedores.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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