LAS CIUDADES DE REFUGIO
LAS CIUDADES DE REFUGIO
«Di a los israelitas lo siguiente: Cuando ustedes crucen el río Jordán para entrar en Canaán, deberán escoger algunas ciudades como ciudades de refugio, donde pueda buscar refugio la persona que sin intención haya matado a otra» (Nm 35:10-11 DHH).
La travesía del pueblo de Israel por el desierto durante cuarenta años ha llegado a su fin, y ahora se preparan para la conquista de Canaán. El Señor les advirtió con gran seriedad que el asesinato contaminaba la tierra y que ningún sacrificio, salvo la ejecución del asesino, podría purificarla. La sangre derramada no debía mancillar la tierra, porque Dios mismo habitaba en ella.
Al cruzar el Jordán para tomar posesión de la tierra prometida, las doce tribus de Israel debían asignar cuarenta y ocho ciudades con sus pastizales a los levitas. Entre ellas, seis serían designadas como ciudades de refugio: tres al oriente del Jordán y tres al occidente. Estas ciudades tenían un propósito fundamental en la administración de la justicia y la preservación del orden social.
Las ciudades de refugio servían para proteger a cualquier persona que, sin intención, hubiera causado la muerte de otra, ya fuera un israelita, un extranjero residente o incluso un comerciante ambulante. En estos casos, la comunidad debía intervenir para evitar que el acusado fuese ejecutado injustamente. Sin embargo, si alguien cometía un asesinato con premeditación y alevosía, el pariente más cercano de la víctima tenía el deber de hacer justicia quitándole la vida al asesino.
Para el homicida involuntario, la ciudad de refugio representaba un santuario. Una vez allí, debía permanecer dentro de sus límites hasta la muerte del sumo sacerdote. Si salía antes y el vengador lo encontraba y lo mataba, su muerte no sería considerada homicidio. Solo después del fallecimiento del sumo sacerdote, el homicida accidental podía regresar a su tierra en paz, sin temor a represalias.
Este sistema de justicia revelaba tanto la santidad de la vida humana como la misericordia divina. La vida le pertenece a su Creador, y derramar sangre inocente tenía consecuencias graves. Por ello, todos los asesinos debían ser castigados con la pena máxima, y no se debía aceptar ningún pago que permitiera a un homicida volver a su hogar antes de tiempo. Permitir tal cosa habría corrompido el proceso legal y traído consecuencias nefastas sobre la nación.
La noticia prominente es que Dios es justo, pero también es misericordioso. En la antigua Israel, las ciudades de refugio eran un símbolo de gracia en medio de la justicia. Hoy, Jesús es el refugio seguro que tu alma necesita. La sangre de Cristo no solo limpia tu pecado, sino que te ofrece una redención eterna. No postergues tu decisión. Corre a Jesús ahora mismo y hallarás salvación, paz y vida eterna para ti y tu familia.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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