UN MINISTERIO INTEGRAL
UN MINISTERIO INTEGRAL
«Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9:35 NVI).
El ministerio público de Jesús fue relativamente breve, con una duración aproximada de tres años. Durante ese tiempo, Jesús atendió de manera integral a las necesidades del ser humano. Su metodología se centró en dar prioridad a la enseñanza y la predicación de las buenas noticias del reino: ¡El Rey está aquí y quiere darle vida a tu espíritu, limpiar tu alma de todo pecado y sanar tu cuerpo de toda enfermedad!
Este poderoso mensaje, lleno de fe y esperanza, debía comunicarse a los cuatro vientos y por todos los medios posibles, para que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, sanos y enfermos, supieran que Dios no ha dejado de amarlos ni por un instante, y que ha enviado a su Hijo amado al mundo, cumpliendo así su promesa milenaria de proveer un Mesías Salvador. De esta manera, Jesús respondió a las necesidades de miles y miles de personas, sin hacer distinciones: alimentando a los hambrientos, sanando a los enfermos, abrazando a los marginados, exhortando a los desanimados y compartiendo la mesa con publicanos y pecadores.
La fama del amor y la compasión de Jesús de Nazaret se extendió por todos los pueblos y aldeas; de casa en casa se corría la voz de que Dios estaba personalmente en medio de su pueblo. Sin embargo, aunque Jesús y sus discípulos trabajaron incansablemente, no pudieron satisfacer todas las demandas de las multitudes. Por eso, Jesús pidió a todos que oren al Padre, el Señor de la cosecha, para que envíe más obreros a trabajar en ella.
La noticia prominente es que Dios sigue insistiendo en amarte profundamente hasta el día de hoy, esperando pacientemente tu regreso a casa. Los brazos de amor y compasión de Jesús aún están extendidos hacia ti; anhela fervientemente que le des una oportunidad para entrar en tu corazón y sanarlo de cualquier herida emocional. Acepta su invitación, cree en Él, y serás salvo.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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