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QUEBRANTADA

QUEBRANTADA

«Jesús había ido a Betania, a casa de Simón, al que llamaban el leproso. Mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús» (Mr 14:3 DHH).

El rey David dijo en una ocasión: «No ofreceré al Señor mi Dios un holocausto que no me cueste nada» (2 S 24:24). La verdadera adoración a Dios es como el holocausto: implica entrega total, compromiso profundo y un sacrificio significativo. Ayer reflexionamos sobre cómo la viuda pobre adoró a Dios al depositar en el cofre de las ofrendas dos monedas de cobre, que eran todo lo que tenía para vivir. Hoy veremos que el frasco de alabastro era el objeto más valioso que poseía esta mujer, y por eso lo quebró, ungió la cabeza de nuestro Señor Jesucristo, y la fragancia de su adoración aún perfuma nuestra reflexión de hoy.

El frasco de alabastro era el mejor regalo que una niña podía recibir de su abuela o madre. Este recipiente sellado se reservaba para ser roto en un momento especial, como el día de su boda o su funeral. El nardo puro, un perfume fuerte extraído de una planta del Himalaya en la India, era muy costoso y representaba el salario de un año para un obrero de la época. Su fragancia era tan penetrante que permanecía en el cuerpo de la persona sobre la cual se derramaba durante una semana. María no solo derramó el perfume aquel día, sino que también se entregó por completo en adoración. Incluso en la cruz, con el rostro cubierto de lágrimas, sudor, sangre y saliva de sus agresores, Jesús todavía podía percibir el aroma del nardo puro con el que María lo había ungido en adoración.

La noticia prominente para hoy es que Dios te ama tal como eres y, para tenerte a su lado, ofreció lo más sublime del cielo: la vida de su Hijo amado, que murió en la cruz por tus pecados. Él anhela escuchar de tus labios cuánto lo amas y recibir de tus manos tu adoración. Abraham ofreció a su hijo Isaac en holocausto. La viuda pobre dio sus dos monedas de cobre. María quebró su frasco de alabastro y derramó el nardo puro sobre la cabeza del Señor. Y tú, ¿qué le darás en adoración al Señor este día?

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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