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PARA MORIR NACIÓ

PARA MORIR NACIÓ

«Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara» (Mt 16:21 NVI).

El reconocido escritor y crítico social Os Guinness dijo: «El cristianismo es la única religión cuyo Dios lleva las cicatrices del mal». En efecto, Jesús comprendió a través de las Sagradas Escrituras que el propósito del Padre para su encarnación era llevar en su propio cuerpo las cicatrices del pecado de la humanidad. Como bien lo explicó Tim Keller: «Jesús no vino con una espada en las manos, vino con clavos en las manos. No vino a traer juicio, vino a sufrir el juicio».

Por lo tanto, la prueba más clara del amor de Dios hacia el ser humano se encuentra en la cruz del Calvario. Allí, Jesús demostró hasta qué extremo de humillación y sufrimiento está dispuesto a llegar Dios para redimir al hombre de su maldad. John Stott expresó: «Yo mismo no podría creer en Dios si no fuera por la cruz. En el mundo real del dolor, ¿cómo podría alguien adorar a un Dios que fuese inmune al sufrimiento?».

Así pues, Jesús fue plenamente consciente de que su visita a Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos sería la última. Aceptó su destino con firmeza, y aunque la eternidad no tiene principio ni fin, ahora tiene un centro: la cruz. Oswald Chambers afirmó: «Cuando Jesucristo derramó su sangre en la cruz, no fue la sangre de un mártir o de un hombre que dio su vida por otro; fue la vida de Dios derramada para redimir al mundo».

La noticia prominente para hoy es que Dios te ama con el mismo amor con el que ama a su Hijo Jesucristo. Su gran anhelo es que vuelvas a casa arrepentido, para abrazarte tiernamente, limpiarte de todo pecado y hacerte sentar a su mesa para cenar contigo, hoy y siempre. Levántate del fango moral en el que te encuentras, vuelve tu corazón a Dios, cree en Jesús ahora mismo y serás salvo.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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