MÁS VALIOSA QUE EL ORO
MÁS VALIOSA QUE EL ORO
«El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres» (Lc 2:40, 52 RV95).
Jesús fue un niño judío absolutamente normal, tanto que sus hermanos no creyeron en él hasta después de su resurrección. Su aspecto físico era el de un nazareno común y corriente, su desarrollo emocional era saludable, sus travesuras eran habituales y propias de su edad, y las relaciones con sus padres, hermanos y amigos eran muy cordiales. Sin embargo, Jesús se destacó de los demás niños en su progreso en sabiduría. Hizo de la ley del Señor su deleite y meditaba en ella día y noche con alegría, lo que le permitió tener una vida fructífera; su semblante siempre lucía lozano, y todo lo que hacía le salía bien.
En cinco ocasiones, el libro de Proverbios afirma que la sabiduría es más valiosa que el oro. Así que Jesús aprendió a ser sabio a través de la Palabra escrita de Dios, leyendo a Moisés, Samuel, David, Salomón y los grandes profetas de la antigüedad. Por supuesto, José y María desempeñaron un buen trabajo como educadores, repitiendo diariamente las Escrituras a sus hijos, hablando de ellas durante las comidas en el hogar, al andar por el camino, al acostarse, al levantarse y escribiéndolas en los postes y puertas de la casa.
Por su parte, los rabinos en la sinagoga también le enseñaron adecuadamente a leer, memorizar, reflexionar e interpretar los Textos Sagrados. Fue así como, a los doce años, Jesús podía escuchar pacientemente, preguntar con inteligencia y responder brillantemente a los doctores de la ley en el templo. Fue precisamente en la Biblia donde Jesús descubrió la voluntad del Padre para su encarnación, y también allí conoció los asuntos de su Padre en los que debía involucrarse desde su temprana edad.
La noticia prominente es que Dios te ama y te ha dejado la Biblia como guía. La Biblia hizo sabio a Jesús, y también te hará sabio a ti. La Biblia le mostró su misión a Jesús, y también te mostrará la tuya. Recuerda que quien hace su propia voluntad fracasará; pero el que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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