LA GRAN COMISIÓN
LA GRAN COMISIÓN
«Jesús se acercó y dijo a sus discípulos: "Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con vosotros siempre, hasta el fin de los tiempos"» (Mt 28:18-20 NTV).
Estas palabras que Jesús pronunció a sus discípulos después de su resurrección y antes de su ascensión son conocidas como la Gran Comisión. Aparecen en los cuatro evangelios y en el libro de los Hechos, y dejan claro que la evangelización de todos los pueblos y el discipulado de todos los creyentes eran prioridades en la mente del Mesías antes de su regreso al Padre. Por ello, la Iglesia en general y los cristianos en particular debemos prestar especial atención a lo que Él dijo, ya que para Jesucristo este era un asunto fundamental.
Reflexiona un momento en las palabras del destacado evangelista británico del siglo pasado, Leonard Ravenhill: «¿Podría un marinero estar tranquilo sabiendo que alguien se está ahogando? ¿Podría un médico permanecer cómodo mientras sus pacientes se mueren? ¿Podría un bombero sentarse y dejar que un hombre se queme sin ofrecerle ayuda? ¿Puedes tú quedarte en Sion sabiendo que hay multitudes no alcanzadas que viven bajo condenación?». Jesucristo no podría hacerlo, y nosotros tampoco deberíamos.
Oswald Smith, autor canadiense y defensor de las Misiones Transculturales, escribió: «Tú y yo no tenemos derecho a escuchar el evangelio dos veces cuando hay personas que aún no lo han oído ni una sola vez». También afirmó: «Hablamos acerca de la segunda venida de Cristo, mientras que la mitad del mundo no ha oído hablar ni de su primera venida».
Por lo tanto, coincidimos plenamente con las palabras de Hudson Taylor, el insigne misionero británico en China: «La Gran Comisión no es una opción para ser considerada, sino un mandamiento para ser obedecido». Recuerda que Dios te amó cuando no eras digno y te salvó cuando no lo merecías. Predica el evangelio de gracia, porque lo recibiste gratuitamente. El ser humano necesita a Cristo más que trabajo, salud, educación o vivienda, porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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