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JIM NO FUE UN TONTO

JIM NO FUE UN TONTO

«Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará» (Mr 8:35 DHH).

Jim Elliot, uno de los cinco destacados misioneros estadounidenses asesinados a orillas del río Curaray en Ecuador mientras intentaban evangelizar a la tribu Huaorani en la llamada Operación Auca, expresó: «No es tonto quien da lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder». Jim no fue un tonto, sino que entregó su vida por la causa de Cristo y del evangelio. Su ejemplo admirable ha inspirado a millones de creyentes a responder al llamado de Dios y dedicarse a las misiones transculturales.

Jesús pronunció estas palabras memorables poco después de que Pedro lo reprendiera severamente por anunciar que iba a Jerusalén para ser rechazado, morir en la cruz y resucitar al tercer día. En lugar de agradecerle y elogiarlo, Jesús le respondió que estaba siendo un obstáculo en su ministerio, actuando como instrumento de Satanás. El Diablo había convencido a Pedro de que morir para salvar a la humanidad era un error y que debía evitar la cruz a toda costa. Si Jesús hubiera seguido el consejo de Pedro para salvar su vida, hoy podríamos estar reflexionando sobre el dios inca Viracocha o alguna deidad maya.

En el versículo que nos ocupa hoy, Jesús no está promoviendo el suicidio, sino alentando a sus discípulos a mantenerse firmes y dignos en medio de la persecución, sin temer dar su vida por el testimonio de Jesucristo y el evangelio. Juan el Bautista, Jesús de Nazaret y la mayoría de los apóstoles fueron dignos de atención, muriendo de manera cruenta por la causa del reino de Dios. Con el sacrificio encomiable de sus propias vidas, transformaron el mundo y cambiaron el curso de la historia para siempre.

La noticia destacada es que Dios sigue insistiendo en amarte profunda e incondicionalmente. Ha dado a su Hijo unigénito para morir en la cruz en tu lugar, para que creas en Él con todo tu corazón, seas salvo de esta generación perversa y recibas el regalo de la vida eterna. Así como Jesús entregó su vida por ti, Dios también te pide que estés dispuesto a dar tu vida por los demás.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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