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EL SEGUNDO VIOLÍN

EL SEGUNDO VIOLÍN

«Después de esto, Jesús estuvo recorriendo los pueblos y las aldeas, proclamando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que los ayudaron con sus propios recursos» (Lc 8:1-3 NVI).

En una ocasión, se le preguntó a un famoso director de orquesta:

—¿Cuál es el instrumento musical más difícil de ejecutar?

Él respondió:

—El segundo violín.

Inmediatamente le volvieron a preguntar:

—¿Por qué afirma tal cosa?

El director explicó:

—Porque todos quieren ser el primer violín.

Ahora bien, la belleza del «segundo violín» radica en su actitud, porque demuestra que lo importante no es ser «el mejor de», sino «ser parte de». En esta orquesta histórica y trascendental sobre la cual estamos reflexionando, el segundo violín acompaña, realza, da brillo, aporta profundidad y brinda perspectiva a la melodía del primer violín, que es Jesús de Nazaret.

El ministerio público de Jesús duró aproximadamente tres años. Él predicaba en los pueblos y aldeas, acompañado por un séquito de unas veinticinco personas: sus doce discípulos y algunas mujeres que habían sido sanadas por Él. En algunas regiones, los lugareños los recibían amablemente; en otros, debían improvisar un campamento y comprar sus propios alimentos. Así que, aunque estas mujeres no predicaban, no hacían milagros ni expulsaban demonios, participaban activamente como segundos violines, ofrendando de sus propios recursos y sirviendo con sus propias manos a Jesús, a los doce y al resto de la comitiva.

Estas mujeres desarrollaron un ministerio muy importante, aunque de bajo perfil. Sin embargo, el Espíritu Santo quiso honrar sus nombres en este evangelio, haciéndolas socias honoríficas de Jesucristo en la proclamación de las buenas nuevas del reino de Dios. Estoy seguro de que en el Tribunal de Cristo, estas mujeres desfilarán junto a los discípulos para recibir, juntamente con ellos, sus galardones, porque «el que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo» (Mt 10:41 DHH).

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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