¡YA GANAMOS!
¡YA GANAMOS!
«Me dijo: "Hijo de hombre, observa y escucha. Presta mucha atención a todo lo que te voy a mostrar. Te he traído aquí para enseñarte muchas cosas. Después regresarás y le contarás al pueblo de Israel todo lo que has visto". Pude ver un muro que rodeaba por completo la zona del templo» (Ez 40:4-5a NTV).
El Señor le mostró esta poderosa visión al profeta varios años después de que la ciudad de Jerusalén había sido reducida a escombros, el sagrado templo de Yahweh arruinado y sus puertas hechas cenizas. La moral del pueblo estaba por los suelos; en sus corazones cundían el pánico y la desesperanza, pues la destrucción del templo no significaba otra cosa más que el aparente abandono de Dios a su pueblo.
Sin embargo, esta visión se relata en modo indicativo y en tiempo presente, lo que implica que el edificio del templo es real: sus recámaras están preparadas, sus pasillos primorosamente pintados, sus puertas levantadas, y las actividades de los sacerdotes y los sacrificios se llevan a cabo con total normalidad. Esto es muy similar a lo que el apóstol Pablo dice a los efesios: «juntamente con él nos resucitó», aunque ni siquiera habían muerto, y añade, «y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús», mientras los efesios aún se debatían en sus luchas y quehaceres cotidianos.
Esta visión no se refería al segundo templo que sería reconstruido por Zorobabel unos setenta años después y que posteriormente fue ampliado y remodelado por Herodes en el siglo I a.C. Dios le mostró a Ezequiel la estructura, la majestuosidad y el pleno funcionamiento del tercer templo en un futuro cercano que, en la dimensión de la eternidad de Dios, ya es una realidad, aunque en el momento en que fue revelada la visión, el templo en Jerusalén yacía devastado.
La noticia prominente es: ¡Dios nunca dejará de amar a su pueblo, y sus planes maravillosos para su nación jamás se detendrán! Esa es la gloriosa esperanza que tenemos todos los que creemos en Él: no importa las circunstancias adversas por las que estemos atravesando en este momento, pertenecemos al equipo ganador. La victoria sobre nuestros enemigos, temores y fracasos nos pertenece, porque en Cristo somos más que vencedores. Nos está reservada una eternidad admirable, llena de alegría y belleza para siempre, junto a nuestro Padre Celestial, nuestro hermano Jesucristo y nuestro amado Espíritu Santo. Por lo tanto, ¿quién dijo miedo?
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
No hay comentarios
Publicar un comentario