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LA MECHA LARGA

LA MECHA LARGA

«El Señor es lento para enojarse, pero su poder es grande y nunca deja sin castigo al culpable. Da muestras de su poder en el torbellino y la tormenta; las nubes ondulantes son el polvo bajo sus pies» (Nah 1:3 NTV).

Nahúm, cuyo nombre en hebreo significa «lleno de consolación», es el séptimo de los «profetas menores» del Antiguo Testamento. Ejerció su ministerio contra el imperio asirio y su perversa capital, Nínive, entre los años 663 y 612 a. C. Es importante recordar que los profetas fueron siervos de Dios, a través de quienes Yahweh proclamaba su soberanía sobre todas las naciones de la tierra.

Un siglo antes, Asiria había invadido y conquistado a Israel, destruido la ciudad de Samaria y relocalizado a su población en otras regiones de Mesopotamia. Durante la campaña, los asirios se comportaron de manera sumamente abusiva, violenta y despiadada con los israelitas, lo cual fue visto por Dios con gran desagrado. Con su infinita misericordia, el Señor les dio un siglo para arrepentirse de sus prácticas perversas y apartarse de sus dioses inmundos, pero no lo hicieron. Así que permitió que una alianza entre medos y babilonios asediara Nínive hasta tomarla y destruirla por completo. Posteriormente, todo el país cayó en manos de sus invasores, y Asiria nunca volvió a resurgir como imperio.

El versículo en el que reflexionamos hoy nos enseña que el carácter de Dios es indiscutiblemente justo y lleno de gracia. Aquellos que concluyan que Dios es implacable o que un pecador quedará impune se equivocan. Él castiga al culpable, pero no sin antes darle múltiples oportunidades para arrepentirse y confesar sus transgresiones. Porque la gracia del Señor es como una «mecha larga». Él es paciente con todos; a Fidel Castro le dio noventa años y a la reina Isabel II de Inglaterra le dio noventa y seis años para arrepentirse y ser salvos por su gracia.

La noticia prominente de hoy es: Dios te ama con un amor eterno y una gracia inagotable. No importa cuán infiel hayas sido, Él te guiará por sendas de rectitud, te protegerá de todo peligro y te restaurará conforme a sus buenos propósitos. ¡Oh, maravillosa gracia del Señor!

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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