ABUSIVOS
ABUSIVOS
«¡Ay de los que solo piensan en el mal, y aun acostados hacen planes malvados! En cuanto amanece, los llevan a cabo porque tienen el poder en sus manos» (Mi 2:1 NVI).
Miqueas fue uno de los doce profetas menores del Antiguo Testamento. Su nombre, que significa "¿Quién como Yahweh?", es extremadamente significativo, ya que en sí mismo era un poderoso mensaje para muchos habitantes de Jerusalén que habían dejado de adorar a Yahweh y ahora rendían culto al poder y las riquezas. La historia tiene un patrón constante: cuando el ser humano desaloja a Dios del trono de su corazón, su caída hacia el abismo es inminente.
Los malvados plutócratas de Jerusalén eran conocidos por su codicia desmedida. Cuando deseaban un pedazo de tierra, siempre encontraban la manera de conseguirlo: mediante el fraude y la violencia, arrebataban las casas de los demás, engañaban a cualquiera para quitarle su propiedad y dejaban a las familias sin herencia. Aunque abundaban los testimonios de los desastrosos resultados del enfermizo amor al dinero, a nadie parecía importarle.
Bajo una sabia administración, las riquezas pueden ser buenas sirvientas; pero cuando se les entrega el timón de la vida, se convierten en déspotas y esclavizan. Muchos han sucumbido a la seducción de las riquezas en su búsqueda de fama y poder, solo para usar ese poder para oprimir a sus hermanos. Su condición espiritual es tan lamentable que Jesús afirmó: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos» (Mt 19:24).
La noticia prominente de hoy es esta: Dios ama al ser humano sin hacer acepción de personas, pues todos pueden ser salvos por la fe en el sacrificio que nuestro Señor Jesucristo realizó en la cruz del Calvario. Si crees en Jesús, tú y tu casa serán salvos; pero si rechazas creer en Él, no recibirás el don de la vida eterna.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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