SIN PARANGÓN
SIN PARANGÓN
«Dejen de suponer que soy culpable, porque no he hecho nada malo» (Job 6:29 NTV).
¿Alguna vez tus amigos te han sugerido que eres malo y perverso? ¿Te han dicho que el dolor que atraviesas te lo tienes bien merecido? Pues, esa fue la experiencia de Job. Después de las horrorosas pruebas descritas en los capítulos 1 y 2 de este precioso libro, sus amigos íntimos vinieron a consolarlo. Al ver que su dolor era muy grande, se sentaron con él durante siete días y comenzaron con sus tediosos discursos, que solo echaron sal en la herida.
El primero en hablar fue Elifaz el temanita. Su argumento consistió en afirmar que todas las desgracias que estaba sufriendo Job eran un castigo por haber pecado gravemente contra el Señor, algo que Job no quería reconocer ni confesar. En la opinión de Elifaz, Job era el mayor mentiroso de la galaxia, y solo quería aparentar inocencia delante de Dios, su familia y sus amigos.
La lengua de Elifaz estaba bien afilada y sus palabras herían profundamente el corazón de Job. Se alegró mucho al verlos llegar a su casa, pensando que su compañía sería de gran aliento, pero ahora estaba tan decepcionado que no soportaba oír ni una palabra más del discurso de su amigo. ¿Cómo podían dudar de su integridad? ¿Por qué estaban tan seguros de que estas calamidades eran un castigo por sus pecados y no una prueba de su fe?
Lo que le sucedió a Job fue una prueba y no un castigo. Sus amigos se equivocaron de cabo a rabo. Las pruebas de Job demuestran que cosas malas les pasan a hombres buenos. Las pruebas son situaciones divinamente preparadas, que acontecen incluso a los creyentes más fieles como Job, Daniel, Juan el Bautista y Jesús. A través de ellas, Dios quiere mostrar a Satanás, a todas las huestes celestiales y al mundo entero que su sabiduría, su poder y su bondad no tienen parangón.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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