PRUEBAS HERMOSAS
PRUEBAS HERMOSAS
«Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo estaré cuando me vaya. El Señor me dio lo que tenía y el Señor me lo ha quitado. ¡Alabado sea el nombre del Señor!» (Job 1:21 NTV).
Sin lugar a dudas, cuando pensamos en un ser humano que soportó fiel y pacientemente las duras pruebas de la vida, de inmediato nos viene a la mente aquel varón de absoluta integridad y temor de Dios, cuya historia se relata en el libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre: Job.
En un solo día, sus camellos, burros y bueyes fueron robados y sus trabajadores asesinados cuando bandas de saqueadores asaltaron sus propiedades. Además, sus siete hijos y tres hijas murieron aplastados cuando la casa del hermano mayor, donde estaban celebrando, se vino abajo.
¿Qué hizo Job ante las infaustas noticias que llegaban una tras otra? La narrativa bíblica dice que Job adoró al Señor y no pecó contra Él, porque no atribuyó contrasentido alguno a sus desgracias. Por el contrario, Job estaba muy agradecido con el Señor por haberle permitido disfrutar de sus hijos y sus bienes durante tanto tiempo, y confiaba en su bondad y sabiduría para arrebatárselos.
Las pruebas son hermosas porque siempre traen un propósito de bien y nunca de mal. A pesar de ser duras y fatigosas, nos hacen mansos y humildes a la imagen de Jesucristo. Por medio de ellas expulsamos el «colesterol espiritual», como el orgullo, la incredulidad y la autosuficiencia. Además, las pruebas siempre vienen acompañadas de una fuerte dosis de gracia divina, para que podamos soportarlas y vencerlas.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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