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SIN COMPASIÓN


SIN COMPASIÓN

«Entonces Eliú, hijo de Baraquel el buzita, del clan de Ram, se enojó, porque Job no quería admitir que había pecado y que Dios tenía razón cuando lo castigó» (Job 32:2 NTV).

Cuando Elifaz, Bildad y Zofar finalmente se callaron, Eliú entró en escena. Job insistía en su inocencia y ninguno de sus amigos había logrado refutar sus argumentos. Eliú había esperado que los demás hablaran porque eran mayores que él. Estaba muy enojado con Job porque no quería admitir su pecado y con sus amigos porque no lograron rebatir las razones de Job, haciendo parecer que Dios estaba equivocado. ¡Qué postura más confusa! ¿Quién podría ayudar a Job y a sus amigos a dilucidar esta cuestión tan enrevesada?

Cuando Eliú empezó su alocución de consejo, en el alma de Job brilló un rayo de luz y esperanza, porque pensó que este joven llevaría consuelo y paz a su atribulado corazón. Sin embargo, las palabras de Eliú no hicieron más que echar sal en la herida y añadir otro recoveco al dilema. Y es que la sabiduría no siempre se obtiene con la experiencia de los años vividos, sino del conocimiento del carácter de Dios y de las enseñanzas de su bendita Palabra. Para ser sabios, hay que cultivar una relación personal, diaria y amena con Dios.

El famoso escritor C. S. Lewis dijo: «No juzgues a nadie en base al lugar donde se encuentra, porque tú no sabes cuánta distancia ha recorrido para llegar hasta ahí». Job se encontraba en un lugar injusto e inesperado. Sólo Dios podía juzgarlo con justicia, porque solo Él conocía los detalles de la influencia demoníaca que se movió detrás de bambalinas en esta penosa situación. Sin embargo, todos se dedicaron a juzgarlo y condenarlo sin una pizca de compasión. Nadie salió en su defensa, pues todos le dieron la espalda. Siempre es así, el único que siempre será compasivo con nosotros es Dios.

Carlos Humberto Suárez Filtrín

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