LA FLOR DE LA HUMILDAD
LA FLOR DE LA HUMILDAD
«Si tan solo te declarara los secretos de la sabiduría, porque la verdadera sabiduría no es un asunto sencillo. ¡Escucha! ¡Sin duda Dios te está castigando mucho menos de lo que mereces!» (Job 11:6 NTV).
Si Job es justo e intachable, ¿por qué ha sufrido semejante tragedia? Esa es la pregunta que tiene enzarzados a los amigos de Job. Para Elifaz, el asunto está claro como el agua: Job ha pecado contra Dios y el Señor lo está disciplinando. Bildad introduce una duda razonable: si no fue Job quien pecó, entonces fueron sus hijos. Ahora viene Zofar a apoyar la opinión de Elifaz y le dice a Job: «¡Sin duda Dios te está castigando mucho menos de lo que mereces!». Así que Job sigue sin recibir ninguna respuesta de Dios y sin recibir ni una pizca de consuelo de sus amigos.
Mientras las llagas del cuerpo de Job supuran, su mente es un torbellino de preguntas: ¿Por qué mis amigos se ríen de mí cuando clamo a Dios por una explicación a mis desgracias? ¿Por qué la gente que está tranquila se burla de los que están en dificultades y, en vez de ayudar, los empuja al precipicio? ¿Por qué Dios permite que los ladrones estén en paz y los blasfemos vivan seguros? La fe de Job está bajo asedio. Las creencias en Yahweh que han sustentado la vida de Job hasta ahora están siendo socavadas por estas preguntas que sobrepasan la finitud de sus razonamientos.
Está claro que Dios no quiere simplemente mejorar tu versión actual; por medio de las pruebas quiere hacer algo mucho mejor: transformar tu carácter a la imagen de Jesucristo. El famoso teólogo escocés Samuel Rutherford dijo una vez: «La humildad es una flor extraña; crece mejor en el frío invierno y bajo las tempestades de aflicción». Job aprovechó el frío y las tempestades para enfrentar sus problemas y cultivar la humildad: callar ante la presencia de Yahweh y soportar con paciencia los indescriptibles dolores de su sarna maligna, corregir con amor los desatinos de su esposa y actuar misericordiosamente con sus amigos. En el hedor pestilente de sus úlceras, la fragancia de su humildad resaltó.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
No hay comentarios
Publicar un comentario