TU PRIMER ERROR, EL ÚLTIMO
TU PRIMER ERROR, EL ÚLTIMO
«Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti» (2 Cr 16:9).
A Vincent van Gogh se le atribuye el refrán: «Lo que bien empieza, bien acaba». Pero eso no fue lo que pasó con el rey Asa; podríamos decir más bien que a este tercer rey de Judá le ocurrió: «En la puerta del horno se quema el pan». Asa fue un rey que hizo lo bueno ante los ojos del Señor: quitó los altares extranjeros y los santuarios paganos, destruyó las columnas sagradas y los postes dedicados a la diosa Asera. En resumen, eliminó todos los ídolos detestables de la tierra de Judá y de Benjamín, ordenando a la nación que buscara al Señor y obedeciera su ley, guiándolos en un verdadero avivamiento espiritual.
El avivamiento espiritual que el rey Asa promovió fue notable, no se había visto nada igual desde los tiempos de David y Salomón: persuadió al pueblo a hacer un pacto para buscar al Señor con todo el corazón y con toda el alma, y la congregación juró lealtad a Yahweh. Luego, destituyó a su nefasta abuela Maaca de su cargo de reina madre, ya que ella había tallado un poste obsceno dedicado a la diosa Asera. En una ocasión, el ejército del rey Asa repelió a un etíope llamado Zera, quien atacó a Judá con un millón de soldados y trescientos carros de guerra. Los judíos clamaron al Señor en medio de la batalla y Dios les dio una victoria contundente sobre los etíopes.
En el año treinta y seis de su reinado, Asa cometió el peor error de su vida: retiró el oro y la plata de los tesoros del templo del Señor y del palacio real, y se lo envió al rey Ben-adad de Siria, para que lo ayudara a enfrentar al rey Baasa de Israel. Pero, ¿por qué poner su confianza en el rey de Siria en lugar de confiar en el Señor? ¿Acaso Dios no lo había librado anteriormente de los etíopes y los libios, que vinieron a él con sus carros de guerra y un ejército de millones? Así que, por su incredulidad y desobediencia, Dios lo castigó quitándole la oportunidad de destruir por completo a sus archienemigos arameos.
En una dependencia militar del ejército de Bolivia se lee la siguiente advertencia: «¡Cuidado, porque tu primer error puede ser el último!». Por lo tanto, debemos cuidar diariamente nuestra relación con Dios y nuestro compromiso con su Palabra. Nuestro adversario, el diablo, es astuto y perverso, pues nos observa constantemente para ver si andamos firmes y dignos en la fe de Jesucristo, de manera que en cualquier descuido nos pueda inducir a dudar de la fidelidad de Dios y empujarnos a buscar ayuda en otros hombres o ídolos, lo cual es idolatría.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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