TERCER AVIVAMIENTO
TERCER AVIVAMIENTO
«Todo lo que emprendió para el servicio del templo de Dios o referente a la ley y los mandamientos, lo hizo procurando buscar a Dios de todo corazón, y por eso tuvo éxito» (2 Cr 31:21 DHH).
El rey Ezequías, el decimotercer rey de Judá, es recordado por su reinado próspero y por liderar un significativo avivamiento espiritual en el reino, siguiendo el ejemplo de sus antepasados Asa y Josafat. Su devoción y reformas religiosas restauraron la relación del pueblo con Yahweh.
En primer lugar, Ezequías se centró en la restauración del Templo del Señor. Su padre, el rey Acaz, había llevado a Judá a la idolatría y al abandono del culto verdadero, cerrando las puertas del Templo, apagando las lámparas, y cesando los sacrificios y la quema de incienso. Contrario a esto, Ezequías reabrió y reparó las puertas del Templo, purificó el santuario, y reanudó los sacrificios y servicios litúrgicos. Los levitas y sacerdotes retomaron sus funciones, y el pueblo, acompañado por músicos y cantores, se alegró en la presencia de Dios.
En segundo lugar, Ezequías convocó a toda la nación, desde Dan hasta Beerseba, para celebrar la Pascua en Jerusalén. Esta festividad no solo recordó la liberación de Egipto, sino que también unificó al pueblo en adoración y reconocimiento de la salvación divina. La multitud de adoradores que acudieron al Templo provocó la bendición de Dios sobre ellos.
Finalmente, Ezequías continuó con una serie de reformas religiosas que eliminaron la idolatría en Judá. Destruyó las columnas sagradas, derribó los postes dedicados a la diosa Asera, y quitó los altares y santuarios paganos. Organizó a los sacerdotes y levitas para que presentaran los holocaustos y sacrificios conforme a la ley de Moisés. La devoción del pueblo fue tal que ofrecieron en abundancia sus diezmos y ofrendas, asegurando así que hubiera alimento en la Casa de Dios. Ezequías, con su liderazgo y devoción, no solo restauró el culto verdadero en Judá, sino que también guio a su pueblo a un profundo avivamiento espiritual, reafirmando su compromiso con el Señor.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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