¡PERO HABRASE VISTO!
¡PERO HABRASE VISTO!
«Aun durante este tiempo de dificultades, el rey Acaz siguió rechazando al Señor» (2 Cr 25-28 NTV).
Acaz fue el duodécimo rey de Judá y reinó por dieciséis años en Jerusalén. En lugar de gobernar como su antepasado David, siguió el ejemplo de los reyes perversos de Israel. Dedicó su corazón a la idolatría, rindiendo culto a Baal, quemando incienso en los santuarios paganos y sacrificando a su propio hijo en el fuego. Por esta razón, Dios permitió que el rey Peka de Siria derrotara a Acaz en batalla, eliminando de un solo golpe a ciento veinte mil guerreros expertos del ejército de Judá y desterrando a un gran número de judíos a Damasco.
Como Acaz había incitado al pueblo a ser infiel al Señor, Dios permitió que los ejércitos de Israel, Edom y Filistea asaltaran y desolaran las ciudades de Judá. Luego, Tiglat-pileser, rey de Asiria, atacó a Acaz y se llevó otro jugoso botín de los objetos valiosos del templo del Señor, del palacio real y de las casas de los altos funcionarios. Ahora bien, con semejantes adversidades, ¿qué habría hecho usted en la posición de Acaz?
El rey Acaz siguió rechazando al Señor y ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían vencido, porque pensaba que, si estos dioses les habían dado la victoria a ellos, también se la darían a él si les ofrecía sacrificios. ¡Pero habrase visto! Esta fue la gota que colmó el cántaro, porque Dios hizo que Acaz y todo Judá se fueran a la ruina.
Como he dicho en otras ocasiones, el amor de Dios es infinito, pero su paciencia no. Dios nos habla tiernamente una y otra vez, para que nos arrepintamos de nuestros pecados y nos volvamos a Él, para alcanzar su misericordia y su oportuno socorro. Pero, al igual que Acaz, en vez de clamar al Señor por su ayuda, nos inclinamos ante los ídolos de este mundo y terminamos en el barranco. Por lo cual, te aconsejo que clames a Dios ahora mismo y Él te responderá. Humíllate ante Dios y Él te exaltará.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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