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¡KNOCK OUT!


¡KNOCK OUT!

«¡Cobren ánimo y ármense de valor! No se asusten ni se acobarden ante el rey de Asiria y su numeroso ejército, porque nosotros contamos con alguien que es más poderoso. Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas» (2 Cr 32:8-9 NVI).

El rey Ezequías habló al pueblo como un líder que conoce a Dios y confía plenamente en su poder. El imperio asirio se había convertido en una atroz maquinaria de guerra que aplastaba a los pueblos y trituraba las murallas de las ciudades. El rey Senaquerib tenía la terrible fama de ser un conquistador cruel e implacable, y ya había puesto la mira en Jerusalén como su próxima víctima. Su arrogancia estaba al máximo, pues más de ciento ochenta y cinco mil fieros guerreros lo acompañaban, y sus intenciones no eran precisamente amigables con Ezequías.

El imperio asirio ha sido considerado a veces como el máximo poder militar de la historia. Los asirios desarrollaron estrategias de guerra muy eficaces, como sitiar las ciudades para cortarles la comunicación y el suministro de alimentos. Sin embargo, Senaquerib y los asirios no eran invencibles, tenían una gran debilidad: confiaban en sí mismos y en el poder de sus armas. En cambio, Ezequías y los hombres de Judá tenían una gran fortaleza: Dios estaba con ellos y Él los ayudaría a pelear sus batallas.

Entonces el rey Ezequías y el profeta Isaías clamaron a Dios en oración, y el Señor envió un ángel que destruyó al ejército asirio, junto con todos sus comandantes y oficiales. Cuando Senaquerib regresó avergonzado a su tierra, entró al templo de su dios y sus propios hijos lo asesinaron.

Dios está con nosotros, nadie puede prevalecer contra nosotros. Los enemigos pueden sitiarnos, pero Dios nos protegerá y nos librará de todos ellos. El hombre que confía en otro hombre es maldito y está condenado al fracaso. Pero el hombre que encomienda al Señor su camino no será avergonzado jamás y saldrá victorioso en todas sus batallas.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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