SANARÉ LA TIERRA
SANARÉ LA TIERRA
«Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra» (2 Cr 7:14 NVI).
¿Cuál crees que fue el plan original de Dios para su pueblo Israel? La narrativa bíblica enseña que, en su excelsa gracia e infinita misericordia, Dios eligió a Israel como su primogénito entre las naciones de la tierra, con el propósito de hacer de él un pueblo sabio, numeroso, próspero y victorioso. El anhelo ferviente del corazón de Dios era que Israel fuera luz, bendición y ejemplo para todos los pueblos del mundo. Por esa razón, Yahweh, el Creador y Sustentador del Universo, decidió morar en medio de ellos, amarlos tiernamente, guiarlos por medio de sus preceptos, protegerlos bajo sus poderosas alas y proveerles abundantemente de todo bien.
Sin embargo, Israel menospreció el privilegio de ser «el pueblo escogido del Señor». Incumplió el pacto que hizo con Dios en el monte Sinaí, desechó vilmente la bondad de Jehová y se entregó a otros dioses. Se convirtió en un faro opaco e inútil para el mundo. Eventualmente, debido a su incredulidad y desobediencia, Israel fue invadido por sus enemigos, el templo fue destruido y sus habitantes fueron llevados al cautiverio, convirtiéndose en objeto de burla y ridículo entre las naciones. Sin embargo, Dios no los desechó por completo, sino que les mostró el camino de regreso a casa, al abrazo del Padre, del cual nunca debieron apartarse.
En la fabulosa fiesta de consagración del templo, Dios responde a la petición de Salomón planteando cuatro requisitos para que Él cumpla tres promesas: 1) si mi pueblo se humilla, 2) ora, 3) busca mi rostro, y 4) se aparta de su conducta perversa; entonces, 1) Él oirá desde el cielo, 2) perdonará sus pecados, y 3) sanará su tierra. Los innumerables pecados del pueblo de Israel no fueron suficientemente poderosos como para apagar el fuego del amor de Dios. Dios, desde antes de la fundación del mundo, había decidido amar al pueblo de Israel con un amor eterno, y así lo hizo.
Se puede aplicar este versículo en la actualidad a la realidad de otro pueblo? La respuesta es un rotundo Sí. Un ejemplo vívido de la veracidad de esta promesa fue lo que ocurrió en la ciudad de Nínive, donde toda la gente se arrepintió de sus pecados y Dios los perdonó y restauró su tierra. La verdad gloriosa de esta reflexión es: ¡Dios te ama y jamás te va a despreciar si vienes a Él con tu corazón contrito y humillado!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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