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FARO DE LUZ A LAS NACIONES

FARO DE LUZ A LAS NACIONES

«Reyes de todas las naciones lo visitaban para consultarlo y escuchar la sabiduría que Dios le había dado» (2 Cr 9:23 NTV).

El rey Salomón es recordado por muchas cosas, pero creo que la más sobresaliente de todas ellas es su extraordinaria sabiduría. La fama de su sabiduría era tan extensa que llegó hasta Saba, en el Cuerno de África, de tal manera que su reina se animó a viajar hasta Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Lo que ella descubrió fue que Salomón tenía respuestas para todas sus preguntas, pues nada le resultaba demasiado difícil de explicar. Después del minucioso examen de su sapiencia, la reina de Saba quedó atónita, ya que lo que le habían contado acerca de sus logros y su sabiduría no reflejaba ni la mitad de lo que ella había constatado con sus propios ojos y oídos.

Su padre, David, escribió: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que la miel, y que la que destila del panal» (Sal 19:7-10). Así que, ¿de dónde obtuvo Salomón tanta sabiduría para responder incluso a las preguntas más difíciles de la vida y la naturaleza, y gobernar a su pueblo con justicia y en paz? ¡De la Palabra de Dios!

Toda la sensatez y la cordura que los israelitas veían y oían a diario, y que todos los reyes de la tierra querían consultar y escuchar de Salomón, provenía de la mente de Dios expuesta en las Sagradas Escrituras. En la Palabra escrita de Dios están las pistas a los misterios del Universo, las coherentes explicaciones a los eventos más insólitos de la naturaleza, las respuestas a las preguntas existenciales más profundas del ser humano, las normas convenientes para desarrollar relaciones interpersonales ecuánimes, las estrategias para vencer las tentaciones del maligno y la luz para vivir en la perfecta voluntad de Dios.

George Washington dijo: «Es imposible gobernar una nación sin Dios y sin la Biblia». Si nuestros gobernantes temieran a Dios y leyeran, meditaran y obedecieran su Palabra, otro gallo cantaría. Nuestro país sería más justo, tranquilo y solidario. No viviríamos en la pobreza y la violencia que nos caracteriza como nación. Si Dios fuera el eje sobre el cual giran la política, la economía, la educación y la salud, Guatemala sería próspera y viviría en paz. Pero, como Dios no es la prioridad de nuestros gobernantes, seguimos como estamos.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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