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LA MEJOR HERENCIA


LA MEJOR HERENCIA

«Aarón y sus hijos estaban encargados de quemar las ofrendas sobre el altar de los holocaustos y sobre el altar del incienso. De acuerdo con lo ordenado por Moisés, siervo de Dios, eran también responsables de todo lo relacionado con el Lugar Santísimo y de hacer la expiación por Israel» (1 Cr 6:49 NVI).

Jacob tuvo dos esposas y dos concubinas: Lea, Raquel, Bilha y Zilpa. Lea tuvo seis hijos y una hija: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón y Dina. Los hijos de Leví fueron Gersón, Coat y Merari. Los hijos de Coat fueron Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Amram fueron Aarón, Moisés y Miriam. Los hijos de Aarón fueron Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Dios consagró a los levitas por medio de Moisés para el servicio del Tabernáculo y luego del Templo de Jerusalén. La descendencia de Eleazar continuó en el ejercicio del sacerdocio hasta que los habitantes de Judá y de Jerusalén fueron desterrados a Babilonia por el rey Nabucodonosor.

El capítulo seis del Primer libro de Crónicas está dedicado a preservar la integridad de la genealogía de Leví, el tercer hijo de Jacob. Los israelitas como nación eran los primogénitos de la humanidad y los levitas como tribu eran los primogénitos de Israel. Cuando Josué introdujo a los israelitas a la tierra que fluye leche y miel, los levitas fueron la única tribu a la que se le asignaron ciudades, pero no se les permitió ser dueños de tierras dado que Dios mismo fue su herencia. Ellos recibieron el privilegio exclusivo de encargarse de todo lo relacionado con la adoración, la alabanza, la música, los sacrificios y las ofrendas en el Templo de Jerusalén.

Por la gracia de Dios, Aarón y sus descendientes fueron escogidos para ser los sacerdotes de su pueblo. Ellos se encargaron de presentar las ofrendas en el altar de las ofrendas quemadas y en el altar del incienso. Históricamente, los levitas fueron designados como mediadores para realizar todas las tareas relacionadas con el Lugar Santísimo, donde el cielo y la tierra se encontraban, y enseñar la Torá a las demás tribus. Después de la destrucción del Templo de Jerusalén, los privilegios y responsabilidades de los levitas incluyeron la lectura de la Torá en las sinagogas y diversas actividades litúrgicas y rituales.

El servicio al Señor siempre ha sido un privilegio. Dios, en su gracia, elige a quienes serán sus ministros. El servicio al Señor requiere sacrificio humilde y trabajo diligente. Jesús, el Siervo de Yahweh, nos dejó el mejor ejemplo de servicio y humildad de todos los tiempos. Él dejó su trono de gloria para venir a servirnos y dar su vida en rescate por la nuestra. Si la herencia de los levitas fue Jehová, también lo es para los que servimos en la actualidad. ¿Habrá una mejor herencia que esa?

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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