DE ANÓNIMO A CÉLEBRE
DE ANÓNIMO A CÉLEBRE
«Había un hombre llamado Jabes, quien fue más honorable que cualquiera de sus hermanos. Su madre le puso por nombre Jabes porque su nacimiento le causó mucho dolor» (1 Cr 4:9 NTV).
Cuando el autor del Primer libro de Crónicas describe la genealogía de Judá, inserta la historia de Jabes, cuyo nombre en hebreo significa «angustia», «dolor» o «causa de tristeza». Aunque su propia madre le asignó este nombre deprimente debido a las dificultades de su parto, Jabes llegó a tener más importancia que sus hermanos. El nacimiento es siempre un momento traumático para un bebé, pero para Jabes fue aún más difícil debido al nombre desfavorable que le acompañaría toda su vida.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué fue lo que llevó a Jabes a superar sus complejos y convertirse en el miembro más destacado de su clan? La respuesta es simple: ¡oró al Dios de Israel! Jabes reconoció a Yahweh como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, quien escucha y responde las oraciones de su pueblo con su infinita bondad. La oración fue el recurso maravilloso que Dios proporcionó a su pueblo para cambiar el curso de la historia, y Jabes lo aprovechó. Su ferviente oración movió la mano de Dios, lo cual es un testimonio inspirador: Jabes pidió y se le concedió, buscó y halló, llamó y se le abrió.
La gran diferencia en la vida de Jabes fue su fe en el Dios de Israel. Para Dios todo es posible, pero es imposible agradarle sin fe. Jabes solicitó la bendición de Dios y fue bendecido, pidió que su territorio se ampliara y así sucedió, solicitó la compañía de Dios y la obtuvo, y rogó por ser liberado de sus dificultades y Dios lo libró. ¿Qué habría ocurrido si Jabes, en lugar de clamar al Señor por la transformación de su situación miserable, hubiera sucumbido a la melancolía y la resignación en silencio? Habría terminado en desgracia, su nombre no figuraría en la Biblia y hoy estaría escribiendo sobre otra persona.
La breve historia de Jabes nos enseña que Dios nos ama con fervor y desea convertir nuestras experiencias de frustración en epopeyas de victoria. Reconoce tus errores en la gestión de tu vida y deja de vivir alejado de Dios. Ha llegado el momento de marcar la diferencia en tu familia: ¡clama a Dios con todo tu corazón y permite que Él transforme tu vida!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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