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AMADOS POR SIEMPRE


AMADOS POR SIEMPRE

«Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé, Sem, Cam y Jafet» (1 Cr 1:1-4).

Quisiera comenzar esta reflexión planteándote algunas preguntas: ¿Hasta qué generación de tu árbol genealógico (abuelos, bisabuelos y tatarabuelos) conoces en orden ascendente? ¿Consideras útil conocer estos detalles del libro familiar? Además, ¿cuál crees que sería el propósito del Espíritu Santo al dejar escritas estas genealogías en los primeros capítulos del Primer Libro de Crónicas?

Para comenzar, es importante afirmar que todos los seres humanos que habitamos este planeta descendemos de uno de los tres hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) y, posteriormente, de Adán y Eva. La Biblia enseña que Dios conoce exactamente el número de personas que han existido en el planeta a lo largo de la historia hasta hoy, y que ningún ser humano es un «error en la cuenta». Todos somos criaturas de Dios: hechos a su imagen y semejanza, únicos, amados, bendecidos, dotados con talentos extraordinarios, con una agenda maravillosa para desarrollar en el mundo y con una existencia eterna.

Por otro lado, desde Adán hasta Cristo existe una línea genealógica que Dios ha preservado de manera cuidadosa y soberana. Esta línea representa el linaje humano de Jesús de Nazaret, el Mesías Salvador. Cuando llegó el momento adecuado, Dios envió a su Hijo Jesucristo a nacer en el seno del matrimonio de José y María, ambos descendientes directos del rey David. Por la gracia de Dios, por la fe en Jesús y por nuestra obediencia al evangelio de redención, también hemos sido incluidos en esta línea genealógica, para formar parte de la familia de Dios y convertirnos en sus herederos: «El Señor conoce a los que son suyos» (2 Ti 2:19).

Por último, es asombroso saber que fuimos conocidos y amados por Dios antes de que el mundo existiera. Por lo tanto, no estamos aquí por accidente ni por azar. Dios nos dio vida física y también vida espiritual, para que pudiéramos conocerlo, amarlo y tener una relación personal con Él. En la inmensidad del universo, hay un Dios que nos ama profundamente y nos conoce completamente, que nos invita a disfrutar de la exuberante alegría y belleza del cielo, a ser parte de Él y a danzar eternamente con Él.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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