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HOY

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«Entonces el pueblo respondió: "En vista de todo esto, hacemos una promesa solemne y la ponemos por escrito. En este documento sellado están los nombres de nuestros líderes, levitas y sacerdotes"» (Neh 9:38 NTV).

Si se tuviera que escribir un manual para provocar un verdadero avivamiento espiritual en nuestros días, el capítulo 9 del libro de Nehemías nos proporcionaría una excelente base histórica y teológica para tal propósito. El 31 de octubre de 445 a. C., el pueblo se reunió en una magna asamblea donde ocurrió algo realmente memorable:

  1. El pueblo se preparó consciente y diligentemente: asistieron en ayunas, se vistieron de ropas ásperas para afligir el cuerpo y el alma, y se echaron polvo sobre sus cabezas para humillarse ante la presencia de Dios.
  2. A continuación, confesaron sus propios pecados y los pecados de sus antepasados. Reconocieron que vivían como esclavos en su propia tierra, porque los productos agrícolas se amontonaban en las manos de los reyes que gobernaban sobre ellos, debido a que habían abandonado al Señor y desobedecido sus mandamientos.
  3. Se leyó en voz alta el libro de la ley del Señor durante tres horas. El salmista escribió: «La Ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (Sal 19:7). Es la Palabra de Dios la que redarguye al pueblo de sus pecados.
  4. Luego adoraron al Señor durante tres horas más. Todos a una sola voz declararon que Yahweh era el único Dios en el cielo y en la tierra, y consagraron sus vidas como un holocausto de olor fragante al Señor.
  5. Oraron y clamaron al Señor en voz alta.
  6. En la oración hicieron una memoria histórica de cómo Dios los rescató de la esclavitud en Egipto, los guardó de todos los peligros, les proveyó de todo lo que necesitaron durante su travesía en el desierto y los introdujo con brazo potente en la tierra prometida, dándoles la victoria sobre los pueblos cananeos.
  7. Finalmente, todos los líderes, sacerdotes y levitas firmaron un documento sellado, una promesa solemne de conocer y obedecer la ley del Señor: no permitir matrimonios mixtos, guardar el día de reposo, practicar el año sabático, pagar el impuesto anual del templo, llevar fielmente los diezmos, ofrendas y primicias, y no descuidar el templo del Señor.

Ahora bien, Dios desea fervientemente avivar a su pueblo en medio de estos tiempos tan difíciles. La iglesia necesita con urgencia un avivamiento espiritual, genuino y poderoso, que lleve a los creyentes a una intimidad con Dios y a un compromiso más decidido con su Palabra. La noticia prominente para hoy es: ¡El avivamiento puede comenzar hoy, contigo y conmigo!

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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