DINASTÍA PERPETUA
DINASTÍA PERPETUA
«¡Que tu promesa se realice fielmente y que tu nombre sea siempre engrandecido, y se diga que el Señor todopoderoso es el Dios de Israel, que él es realmente Dios para Israel! ¡Que la dinastía de tu siervo David se mantenga firme con tu protección!» (1 Cr 17:24 DHH).
Jeff Turner dijo: «No oramos para entrar en la presencia de Dios, sino para reconocer su presencia». Después de un largo periplo, el Arca de Dios fue colocada en el centro de la tienda especial que David había preparado. Por esa razón, David ofreció holocaustos a Dios, ofrendas de paz, bendijo al pueblo en el nombre del Señor y distribuyó a cada israelita una hogaza de pan, un pastel de dátiles y un pastel de uvas pasas. El rey David designó a músicos levitas para formar una gran orquesta sinfónica, compuesta por címbalos, arpas, liras y trompetas, con el fin de guiar al pueblo en la adoración.
En ese memorable día, acompañado por esa admirable orquesta dirigida por Asaf, David entonó un significativo canto al Señor. En dicho himno, David invita a todo el pueblo de Israel a exaltar las maravillas del Señor, porque Yahweh es grande, poderoso y digno de ser enaltecido. En segundo lugar, David anima al pueblo de Israel a deleitarse en las maravillas del Señor, porque Él es bueno y misericordioso, y ha derramado sus bendiciones abundantemente sobre todos los que le aman. Y, finalmente, David insta al pueblo de Israel a proclamar entre las naciones las maravillas del Señor, pues su gracia y salvación se extienden a todos los habitantes de la tierra.
El rey David residía en un hermoso palacio de cedro, mientras que el Arca del Pacto del Señor estaba afuera, bajo una carpa. Entonces, Dios le dio una hermosa promesa a David a través del profeta Natán: aunque él no sería quien construiría una casa para Dios, su nombre sería como el de los grandes sobre la tierra. También le prometió una patria estable donde las naciones malvadas no lo oprimirían y su ejército derrotaría a todos sus enemigos. Finalmente, Dios le prometió a David que uno de sus hijos, Salomón, le construiría una casa, que su trono sería firme y que su descendencia sería la dinastía de reyes para siempre.
F. W. Boreham dijo: «No necesitas un ejército de dioses si tienes al Señor de los Ejércitos». David creía en Jehová de los Ejércitos como el único Dios sobre los cielos y la tierra. Lo amaba con todo su corazón, lo adoraba con toda su mente y lo servía con todas sus fuerzas. David fue fiel a Yahweh y su reino quedó establecido para siempre. Un día no muy lejano, Jesús de Nazaret, el ilustre Hijo de David, se sentará en el trono de David en Jerusalén y reinará sobre el mundo con justicia, paz y equidad. ¡Aleluya!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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