CLAVE O CLAVO
CLAVE O CLAVO
«Por lo tanto, bajo la supervisión de los sacerdotes, los levitas vigilaban el tabernáculo y el templo, y llevaban a cabo con fidelidad sus responsabilidades de servicio en la casa del Señor» (1 Cr 23:32 NTV).
Yahweh había concedido éxito, prosperidad y paz a todo el pueblo de Israel. David reinaba en la ciudad de Jerusalén, y el Arca del Pacto del Señor estaba alojada debajo de una tienda especial. Sin embargo, el próspero reinado de David se debía en gran medida a su extraordinaria capacidad para reunir, organizar y coordinar los recursos humanos, económicos y logísticos de la nación. Los israelitas fueron guiados por una mano hábil y un corazón íntegro para trabajar de manera eficaz y armoniosa en la edificación de un país floreciente y saludable.
En esa tienda que David había erigido para custodiar el Arca del Señor, cada uno de los veinticuatro grupos de sacerdotes cumplía con sus responsabilidades asignadas, de acuerdo con los procedimientos establecidos por Aarón, en obediencia a los mandamientos del Señor. Recordemos que Aarón tuvo cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar, pero Nadab y Abiú murieron sin dejar descendencia. Así, solo Eleazar e Itamar quedaron para continuar con el ministerio sacerdotal.
En aquel tiempo, los levitas de treinta años o más sumaban treinta y ocho mil. Por lo tanto, David destinó veinticuatro mil para supervisar el trabajo en el Templo del Señor. Otros seis mil fueron designados como funcionarios de estado y jueces. Además, cuatro mil fueron instalados como porteros, y otros cuatro mil fueron nominados para dirigir la alabanza y la adoración congregacional al Señor con instrumentos musicales.
Cada uno de nosotros ha recibido talentos naturales y dones espirituales para funcionar como miembros y ser útiles para todo el cuerpo de Cristo. Si cada miembro del cuerpo cumple con sus responsabilidades, la familia, la iglesia y la nación entera disfrutarán de resultados fabulosos. Recuerda, en todo ministerio exitoso, la organización es clave, mientras que la desorganización es el clavo.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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