CINCUENTA Y DOS DÍAS
CINCUENTA Y DOS DÍAS
«Así que el 2 de octubre, a los cincuenta y dos días después de comenzar la obra, se terminó la muralla» (Neh 6:15 NTV).
Desde que Nehemías regresó de Susa para reconstruir los muros de Jerusalén, Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem el árabe no dejaron de escarnecer a los que participaban en la labor de reedificación, amenazar la integridad física de los albañiles y obstruir a toda costa el avance de la obra. En el preciso momento en que Nehemías se propuso reparar las puertas y restaurar la muralla de Jerusalén, Satanás, el mundo y la carne intentaron distraerlo, desprestigiarlo y detenerlo.
Así como una lupa actúa como un embudo solar, canalizando y magnificando los rayos del sol para incinerar cualquier objeto, Nehemías enfocó su atención, sus recursos y sus fuerzas, y las de todos sus colaboradores, en el trabajo de reconstrucción, concluyéndolo en un tiempo récord de cincuenta y dos días. Sus enemigos le enviaban cartas intimidatorias para reunirse con él, pero él respondía que no podía porque estaba ocupado en una gran tarea. Winston Churchill dijo: «Nunca llegarás a tu destino si te paras a tirar piedras a cada perro que ladra».
David Hormachea dijo: «La peor tragedia en la vida no es morir, sino vivir sin una visión». Una máxima popular reza: «El que a nada le apunta, a nada le acierta». Es decir, si un hombre no tiene una visión clara en la vida, corre el riesgo de tomar un camino equivocado, enrolarse en una empresa improductiva y terminar su vida fracasando. ¿Y tú, sabes hacia dónde te diriges? ¿Tiene sentido y utilidad lo que estás haciendo? ¿Estás seguro de que lo que haces va de acuerdo a los propósitos de Dios para tu vida? Porque de nada vale correr si no sabes hacia dónde te diriges.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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