VOX POPULI
VOX POPULI
«Samuel respondió: —¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros» (1S 15:22 NVI).
La desobediencia total es resultado de obedecer solo parcialmente. Saúl recibió una orden clara y precisa: «¡Destruye por completo a toda la impía nación amalecita, incluyendo hombres, mujeres, niños, recién nacidos, ganado, ovejas, cabras, camellos y burros!». Sin embargo, Saúl y sus hombres decidieron perdonar la vida del rey Agag y apropiarse de lo mejor de las ovejas, cabras, ganado, becerros gordos, corderos y cualquier otro bien que les atrajo.
Hacer cosas «espirituales» para complacerse a uno mismo tampoco constituye una verdadera obediencia a Dios. Justo después de derrotar a los amalecitas, Saúl se dirigió a la ciudad de Carmel para erigir un monumento en su propio honor, presumiblemente sintiéndose grande y fiel al ministerio encomendado por el Señor. Fue entonces cuando Samuel lo visitó para advertirle sobre las graves consecuencias que él y su descendencia enfrentarían debido a sus decisiones tibias respecto a Amalec.
Obedecer por miedo al juicio de la gente tampoco equivale a obedecer verdaderamente. Saúl trató de justificar sus acciones ante Samuel argumentando que actuó de esa manera por temor al pueblo. Sin embargo, un líder debe cumplir con el mandato del Señor, incluso si ello resulta políticamente incorrecto y va en contra de la voluntad popular. «Vox populi» no siempre coincide con «Vox Dei». Es imperativo obedecer a Dios sin reservas, independientemente de las opiniones contrarias, ya que lo que buscamos es honrar al Señor y no a los hombres.
La noticia principal es que Dios te ama profundamente en lo más íntimo de su ser y desea eliminar todo temor de ti. Dios anhela que vivas en libertad y actúes por amor. Si has estado diciendo o haciendo cosas para complacer a los demás, es hora de poner un alto a eso y empezar a hablar y actuar para agradar a Dios. Sentir vergüenza de Dios es un asunto muy serio, ya que Él también sentirá vergüenza de ti. Tu auténtica adoración a Dios debe manifestarse en una obediencia total a Cristo.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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