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DAVID VERSUS GOLIAT


DAVID VERSUS GOLIAT

«Entonces dijo David al filisteo: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado”» (1 S 17:45 LBLA).

Cuando Dios rechazó al rey Saúl debido a su desobediencia, el profeta Samuel ungió a David como rey de Israel. David era el octavo hijo de Isaí, un efrateo. El inicio de la carrera de David, un hombre que seguía obedientemente el corazón de Dios, fue extraordinario, ya que derrotó a Goliat, el gigante filisteo. Con el tiempo, David se convirtió en el segundo rey de Israel y Dios aseguró la permanencia de su reinado para siempre.

Goliat tenía una estatura cercana a los tres metros. Llevaba un casco y una cota de malla de bronce, con un peso combinado de cincuenta y siete kilos. Además, contaba con protectores de bronce en las piernas y portaba una jabalina sobre el hombro. El asta de su lanza era pesada, con una punta de hierro de casi siete kilos, y su escudero lo acompañaba. Este formidable guerrero parecía invencible, pero tenía una debilidad: su arrogancia al desafiar a los ejércitos del Dios viviente.

Durante cuarenta días, cada mañana y tarde, el adalid filisteo maldecía a los israelitas en nombre de sus dioses. Sin embargo, un día, David lo desafió en nombre del Señor de los ejércitos de Israel. Tomó una piedra de su bolsa de pastor, la lanzó con su honda y golpeó al filisteo en la frente. La piedra se incrustó en la frente de Goliat, quien se tambaleó y cayó de cara al suelo. Luego, David tomó la espada del gigante y le cortó la cabeza. Posteriormente, llevó la cabeza a Jerusalén y guardó la armadura en su propia carpa. Esta gran victoria resonó en todo el mundo, demostrando que el Dios de Israel estaba presente y que había surgido un nuevo líder que confiaba en Él.

La noticia que resalta en este día es que Dios tiene planes extraordinarios para tu vida, tal como los tuvo para David. Los «Goliat» de este siglo insultan y amedrentan al pueblo del Señor, y tú has sido elegido para vencerlos. La victoria sobre estos gigantes no depende de tu apariencia física, como en el caso de Saúl, sino de tu obediencia, al igual que David. Levántate en fe en este mismo momento y derrota a esos gigantes, para que todos reconozcan que Dios está presente en la iglesia y que en Jesús, su amado Hijo, hay salvación y vida eterna.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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