PROFETAS INDISPENSABLES
PROFETAS INDISPENSABLES
«Aconteció que mientras ellos iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino» (2 R 2:11 RV95).
La transposición corporal del profeta Elías es uno de los acontecimientos más espectaculares y enigmáticos de la narrativa bíblica del Antiguo Testamento. Que un hombre sea llevado en cuerpo y alma directamente al cielo, es algo que el ojo humano nunca antes había presenciado; aunque se tenía noticia de que Enoc desapareció porque Dios se lo llevó (Gn 5:24), no hubo testigos oculares de tal suceso. Elías y Eliseo iban caminando y conversando cuando, de pronto, un carro de fuego, jalado por caballos de fuego, pasó entre ellos y Elías fue llevado al cielo por un torbellino. Así que Elías dejó establecido a Eliseo como sucesor y le heredó una doble porción del poder profético.
Elías fue un profeta sin par, pues amó a Dios con toda su alma y le fue leal todos los días de su vida. Elías (“mi Dios es Yahweh”) hizo honor a su nombre, porque fue fiel a Dios hasta la fibra más recóndita de su corazón. El deslumbrante ministerio profético de Elías se desarrolló en Israel, durante el gobierno ominoso de Acab y Jezabel. El temperamento confrontativo y el carácter veraz de Elías quedaron de manifiesto cuando desafió a los sacerdotes de Baal y de Asera en el Monte Carmelo: Dios envió fuego del cielo y quemó el altar de Elías hasta convertirlo en cenizas. Acto seguido, Elías mató a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y Dios envió la lluvia después de tres años y seis meses de sequía.
Elías dejó al descubierto el desagrado de Dios con Acab y Jezabel, por haber instaurado el culto pagano a Baal en Israel y por perseguir encarnizadamente a los profetas del Señor. Cuando Jezabel ordenó acusar falsamente y apedrear a Nabot para expropiar su viña a favor del rey Acab, Elías con valentía les declaró el oráculo divino: Acab, Jezabel y su descendencia morirán irremisiblemente. A Ocozías, su hijo, quien tenía los mismos ideales que sus padres, Elías le profetizó un reinado corto, una muerte prematura y sin descendencia. Elías fue un profeta verdadero con un marcado celo por la misión de Dios, en medio de la idolatría generalizada en la nación y la hipocresía y falsedad de sus gobernantes.
La noticia extraordinaria para hoy es que Dios quiere hacer de ti un profeta creyente, que ame al Señor con todas sus fuerzas, que no tema abrir las Escrituras y declarar los pecados del pueblo y sus gobernantes, que esté dispuesto a tomar la luz del evangelio de Cristo y hacerla brillar en medio de las tinieblas. Los profetas como Elías son pocos, pero son los indispensables. ¿Quieres tú ser uno de ellos?
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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