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ERROR FATAL


ERROR FATAL

«Y Ben-adad le dijo: Devolveré las ciudades que mi padre tomó de tu padre, y te harás calles en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, con este pacto te dejaré ir. Hizo, pues, pacto con él y lo dejó ir» (1 R 20:34 LBLA).

La trágica muerte del rey Acab resultó intrigante, ya que sucedió como consecuencia de su desobediencia al mandato del Señor. Ben-adad, rey de Siria, con el respaldo de treinta y dos reyes aliados, sitiaba Samaria, la capital de Israel. Sin embargo, Dios envió un mensaje al rey Acab a través de un profeta, asegurándole la victoria sobre esta coalición enemiga. La primavera siguiente, los oficiales de Ben-adad, convencidos de que los dioses de los israelitas solo habían ganado la batalla anterior debido a su terreno montañoso, previeron una derrota en las llanuras. Entonces, Dios envió nuevamente al profeta para garantizar la victoria sobre los sirios una vez más, y así sucedió.

Sin embargo, ocurrió un hecho extraordinario: Acab perdonó la vida de Ben-adad, lo trató como a un hermano, lo invitó a subir a su carro de guerra, firmaron un tratado bilateral y lo liberó. ¡Increíble, pero cierto! Pero el oráculo de Dios no se hizo esperar, pues otro profeta fue enviado a Acab para declarar que, por perdonar al hombre que Dios había ordenado destruir, Acab y su pueblo pagarían con sus vidas. En las victorias del ejército de Israel sobre los enemigos, todo debía ser consagrado al Señor, destruido o entregado como ofrenda. Al desobedecer a Yahweh, Acab sufrió un destino similar al de Saúl: perdió su reino y su vida.

Esta historia confirma que la ley del Señor no es una sugerencia, sino un precepto que debe cumplirse sin discusión. Lo sorprendente es que Acab, a pesar de sus muchas acciones perversas, fue juzgado y sentenciado por desobedecer directamente a Dios. El profeta Samuel comparó la rebeldía y la desobediencia con los graves pecados de iniquidad e idolatría. Dios jamás bendice la desobediencia, y aquel que desobedece la Palabra no puede agradarle. Al perdonar a Ben-adad, Acab presumió ser más justo y sabio que Yahweh, lo que le llevó a un trágico final.

La enseñanza destacada es que Dios nos ha dado su Palabra viva (Jesús) y su palabra escrita (la Biblia) para que lo conozcamos personalmente y obedezcamos fielmente su voluntad. No caigas en el error de Acab de creerse más justo y sabio que Dios, intentando corregir sus mandamientos y desobedecer sus propósitos. La Biblia afirma que quien se someta al señorío de Cristo, caminará en victoria y su nombre perdurará para siempre.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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