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LA VENGANZA ES DE DIOS


LA VENGANZA ES DE DIOS

«Durante el reinado de David hubo un hambre que duró tres años. Entonces David consultó al Señor, y el Señor dijo: "El hambre se debe a que Saúl y su familia son culpables de la muerte de los gabaonitas"» (2 S 21:1 NTV).

Los habitantes de Gabaón eran parte del pueblo heveo, que los israelitas tenían la obligación de destruir durante la conquista de Canaán. Sin embargo, emplearon astucia y lograron obtener una alianza perpetua de los líderes israelitas. Convencieron a estos últimos con un juramento en el nombre de Yahweh, prometiendo paz entre ambos pueblos y su no aniquilación. Como resultado, los gabaonitas fueron designados como leñadores y aguadores para toda la nación.

Sin embargo, el rey Saúl desarrolló un profundo resentimiento hacia los gabaonitas, quienes representaban el último vestigio de la nación amorrea. En su celo por Israel y Judá, Saúl intentó exterminarlos para evitar que ocuparan tierras dentro del territorio de Israel. Sin embargo, Dios envió una hambruna que duró tres años como consecuencia del quebrantamiento del pacto hecho por Josué con ellos. Por lo tanto, David ejecutó esta venganza entregando a siete descendientes de Saúl para ser ejecutados ante el Señor en Gabaón, lo que resultó en el fin de la hambruna en la tierra.

Dios es un Dios de pactos, fiel a su Palabra y cumplidor de sus promesas. Sin embargo, Dios es celoso y castiga la maldad de aquellos que lo odian, alcanzando a sus hijos, nietos y bisnietos. Aunque Dios es paciente y lento para la ira, no es un anciano olvidadizo que descarte sus juicios. Si bien su amor es infinito, su paciencia tiene límites. Por tanto, burlarse de Dios es imposible, ya que el hombre cosecha lo que siembra. La venganza pertenece al Señor, y tarde o temprano, Él la llevará a cabo.

La noticia que brilla ante nuestros ojos hoy es que, si crees en Jesús como tu Salvador, Dios te otorga su promesa de ser perdonado de todos tus pecados, te concede el derecho de ser llamado su hijo y te libra de la condenación eterna. Dios desea que te conviertas en un hombre valiente, un hombre de verdad.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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