LA GLORIA DEL SEÑOR
LA GLORIA DEL SEÑOR
«Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, la nube llenó el templo del Señor, y por causa de la nube los sacerdotes no pudieron quedarse para celebrar el culto, porque la gloria del Señor había llenado su templo» (1 R 8:10-11 DHH).
La consagración del Templo de Dios, construido por el rey Salomón, ha sido una de las fiestas más solemnes y concurridas que recuerdan los israelitas. Se sacrificaron veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. La celebración se extendió por catorce días y todos los asistentes, desde el río Éufrates en el norte hasta la frontera con Egipto en el sur, regresaron a sus hogares alegres y gozosos de corazón, agradecidos por todos los beneficios que Jehová había otorgado a David, su siervo, y al pueblo de Israel.
Salomón ruega a Dios que su gloriosa presencia permanezca en su Templo para siempre, y que sus ojos estén siempre sobre su casa. También suplica que Dios responda a todas las oraciones, haga justicia en los conflictos entre hermanos, conceda victoria al ejército sobre los enemigos, haga llover en tiempos de sequía, provea pan para todas las mesas de la nación, defienda al extranjero y permita el retorno pacífico de los cautivos a su tierra. Dios, fiel a sus promesas, le concede la petición.
Sin embargo, una vez más, Dios les repite la fórmula: la obediencia a sus mandamientos conduce a la vida, la bendición y la victoria. Es decir, si caminan en rectitud delante de Dios, El afirmará el trono de su reino sobre Israel para siempre. Pero, si obstinadamente se apartan del Señor y no guardan sus mandamientos, Él cortará a la nación de sobre la faz de la tierra, abandonará esa casa e Israel será un refrán y una burla para todos los pueblos. Se preguntarán: ¿por qué ha hecho Jehová así a esta tierra y a esta casa? Y dirán: Porque dejaron a Jehová, su Dios.
La noticia impactante para hoy es que Dios prefirió morir a vivir sin ti. Dios te ama como nadie jamás te ha amado en esta tierra. Si crees en Jesús, serás salvo; y si obedeces a su Palabra, vivirás en bendición y victoria para siempre.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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