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DÍA DE BUENAS NOTICIAS

DÍA DE BUENAS NOTICIAS

«Entonces se dijeron unos a otros: —Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos culpables. Vayamos ahora mismo al palacio y demos aviso» (2 R 7:9 NVI).

La ciudad de Samaria llevaba meses sitiada por los sirios y sufría de hambruna, al extremo de que la gente practicaba el canibalismo. En medio de esta situación desesperante, Eliseo profetizó que al día siguiente habría harina de trigo y cebada en abundancia y a precios accesibles para toda la ciudad. Sin embargo, un alto funcionario del rey dudó de la palabra de Dios. Eliseo le respondió que vería el cumplimiento de la profecía, pero no participaría de ella. Cuatro leprosos marginados decidieron arriesgar sus vidas entregándose a los sirios en busca de misericordia y pan.

Al llegar al campamento enemigo, descubrieron atónitos que estaba abandonado. El Señor había aterrorizado a los sirios con el sonido de carros de guerra, el galope de caballos y el estruendo de un gran ejército ficticio. Creyendo que los israelitas habían contratado mercenarios hititas y egipcios, los sirios huyeron despavoridos, dejando atrás sus pertenencias. Los leprosos comieron, bebieron vino y saquearon el campamento, escondiendo su botín. Luego regresaron a la ciudad para compartir las buenas noticias de provisión y salvación.

El rey envió espías para corroborar el informe de los leprosos y colocó al funcionario incrédulo a cargo de controlar a la multitud que saldría de la ciudad. Sin embargo, la gente salió tan descontrolada que lo atropellaron y mataron. Los samaritanos saquearon el campamento enemigo y, al regresar a la ciudad, los mercados se llenaron de harina de trigo y cebada a precios bajos, tal como Dios había prometido.

Esta historia maravillosa enseña la sabiduría y bondad de Dios. Él no ignora nuestras necesidades ni es insensible a nuestro sufrimiento, y utilizará métodos creativos para suplir las necesidades de su pueblo. Los leprosos nos dejaron un gran ejemplo al compartir lo que recibieron gratuitamente. Así que, si Jesús te salvó por gracia, cuéntales a los que te rodean que también los puede salvar por gracia.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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