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BARRIDOS DE SU PRESENCIA


BARRIDOS DE SU PRESENCIA

«Por lo tanto, el Señor se enfureció contra Israel y lo arrojó de su presencia, y no dejó más que a la tribu de Judá» (2 R 17:18 DHH).

¿Sabías que hoy en día hay más de tres millones de ciudadanos sirios viviendo como refugiados en otros países debido a la guerra? ¿Alguna vez has reflexionado seriamente sobre la miseria, soledad y humillaciones a las que se enfrenta un apátrida? Pues esas son las penurias que Dios infligió a los israelitas por desobedecer sus mandamientos: «No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás».

Oseas fue el último rey de Israel y desagradó a Yahweh con sus acciones. Cuando Salmanasar, rey de Asiria, descubrió la conspiración de Oseas en su contra, lo encarceló y luego invadió el país, sitiando Samaria durante tres años. Finalmente, Samaria cayó en el año 722 a.C. y los israelitas fueron desterrados a Asiria, donde se establecieron en colonias. Más tarde, el rey de Asiria trasladó a grupos de personas de Babilonia, Cuta, Ava, Hamat y Sefarvaim, y los reubicó en las ciudades de Samaria en lugar de los israelitas. Durante más de dos siglos, Dios, en su infinita gracia, advirtió a los diecinueve reyes que reinaron en Israel que, si no le temían al Señor y no obedecían sus mandamientos, sufrirían esta desgracia, pero no se arrepintieron de sus malas acciones.

El historial de maldad de los israelitas es extenso: adoraron a otros dioses, siguieron las prácticas de los pueblos paganos, realizaron acciones perversas en secreto, construyeron santuarios para ídolos en todas las ciudades, erigieron columnas sagradas y postes dedicados a la diosa Asera en las cimas de todas las colinas altas y debajo de cada árbol frondoso, adoraron a Baal, veneraron a todas las fuerzas del cielo, realizaron sacrificios abominables en todas las cimas de las colinas, adoraron a dos becerros de metal, sacrificaron a sus hijos en el fuego, consultaron adivinos, practicaron la hechicería y se entregaron completamente al mal. Por estas razones, Dios los apartó de su presencia.

La noticia relevante es que Dios te ama profundamente, pero nunca te absolverá si eres culpable. Está escrito que el pecado de toda persona, ciudad o nación, tarde o temprano, será castigado. Agradece a Dios por haber extendido su gracia sobre ti un día más, y búscalo de corazón, arrepiéntete de todos tus pecados, abandona la vida de maldad que te está consumiendo y síguelo con pasión. Cree en Jesucristo y sé libre.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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