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CIELO VERSUS SUELO


CIELO VERSUS SUELO

«Le dijeron: “Tú has envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones”» (1 S 8:5 NVI).

En el ocaso de su vida, Samuel designó a sus dos hijos mayores, Joel y Abías, como jueces de Israel. Sin embargo, a diferencia de su padre, estos jóvenes carecían de integridad, ya que se dejaban llevar por la codicia, aceptaban sobornos y pervertían la justicia. Estas tres faltas morales eran extremadamente graves en el liderazgo. Como resultado, los ancianos del pueblo se congregaron con Samuel para solicitarle que nombrara un «rey» que gobernara sobre ellos, al igual que las otras naciones. Este pedido causó un gran disgusto en Samuel, quien decidió consultar al Señor.

«Me están echando a mí y no a ti», respondió el Señor a Samuel. Era fue una petición cínica e ingrata, ya que Dios era su Rey, justo, sabio, bondadoso y compasivo, que los había gobernado a través de la Ley y de sus líderes como Moisés, Josué y Samuel. Sin embargo, una vez más, Israel demostró ser un pueblo infiel y desleal, olvidando de manera vil de dónde y de qué situación tan penosa los había rescatado el Señor. Israel no deseaba ser gobernado por Yahweh y lo abandonaron, prostituyéndose espiritualmente al adorar a otros dioses.

Entonces, Moisés les advirtió que un «rey» complicaría sus vidas: controlaría sus familias, finanzas, posesiones, negocios y futuro, tratándolos como objetos manejables según su antojo. Un rey dictaría su comportamiento y los sometería a sus caprichos. Aunque otras naciones tenían reyes, ninguna era más fuerte, sabia, victoriosa o dichosa que Israel cuando se sometía al reinado de Yahweh. A pesar de esto, Israel rechazó las advertencias e insistió en ser gobernado por un rey en minúscula.

El ser humano es así, cada vez que tiene la oportunidad de elegir entre el cielo o el suelo, opta por el suelo. Sin embargo, hay una excelente noticia para ti: Dios te ama intensamente y desea convertirte en una persona realizada y victoriosa. Él desea incluirte en sus filas, guiarte con sus sabias y santas leyes, protegerte de los feroces ataques de tus enemigos y fortalecerte para alcanzar tus sueños e ideales, todo con el propósito de honrar y glorificar su nombre. Recuerda: ¡La bandera de Dios sobre ti siempre es amor!

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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