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NADIE PODRÁ CONTRA NOSOTROS


NADIE PODRÁ CONTRA NOSOTROS 

«Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple» (Nm 23:19 DHH).

Cuando los israelitas llegaron a las llanuras de Moab y acamparon al oriente del río Jordán, antes de la conquista de la Tierra Prometida, Balac, el rey moabita, envió mensajeros para llamar a Balaam, un profeta que residía cerca del río Éufrates, con el propósito de maldecir y execrar al pueblo de Israel. Este encuentro entre Balac y Balaam fue tan significativo que Moisés dedicó tres capítulos (Nm 22-24) para registrar con detalles los eventos. Balac estaba aterrorizado por la amenaza que representaban los hijos de Israel para su país, por lo que solicitó en dos ocasiones que Balaam viniera y lanzara maldiciones contra el poderío militar israelita, permitiendo así a los moabitas tomar ventaja y eventualmente expulsarlos de la región. A pesar de que el Señor prohibió a Balaam llevar a cabo tal acción, la recompensa ofrecida por los moabitas era tan tentadora que Balaam no pudo resistirse y accedió a acompañarlos.

Cuando Balac y Balaam se encontraron en Moab, Balac lo llevó a tres lugares estratégicos desde donde pudieran contemplar el campamento de los israelitas y maldecirlo. Sin embargo, en cada ocasión, lo único que Balaam hizo fue bendecir al pueblo por mandato del Señor. En el primer lugar, llamado Quiriat-huzot (que significa «ciudad de calles»), Balaam declaró que no podía maldecir a quienes Dios ya había bendecido y no podía condenar a aquellos a quienes Dios no había condenado. Reconoció a Israel como un pueblo apartado de las naciones y solicitó que Dios le permita morir en justicia como ellos. En el segundo lugar, en la meseta de Zofim (que significa «vigilantes»), Balaam informó a Balac que Dios había bendecido a su pueblo Israel y que él no tenía el poder de revertirlo. Balaam destacó que Dios había sacado a Israel de Egipto con el propósito de bendecirlos y utilizarlos para destruir a sus enemigos.

En el tercer lugar, en la cima del monte Peor (que significa «brecha»), Balaam contempló el campamento de los israelitas y comprendió que Dios nunca maldeciría al pueblo al que consideraba su tesoro especial. Conmovido por la belleza de su organización por tribus y la pulcritud de sus hogares, profetizó sobre un futuro gobernante que surgirá de la descendencia de Jacob, «una estrella se levantará de Jacob» (Nm 24:17), lo que se relaciona con el nacimiento y la venida del Mesías. La naturaleza exacta de la relación de Balaam con Dios es difícil de precisar, pero fue capaz de pronunciar palabras proféticas inspiradas por Dios, aunque se presenta como alguien que estaba dispuesto a actuar en contra de la voluntad divina por ganancia personal. Inicialmente, intentó maldecir al pueblo de Israel a cambio de una recompensa, pero cada vez que intentaba maldecirlo, Dios ponía palabras de bendición en su boca.

Hablando del maravillo e incondicional amor con el que Dios ama y protege a sus hijos, el famoso escritor estadounidense A. W. Tozer dijo: «Padre nuestro que estás en los cielos, estamos seguros de que en nosotros no hay nada que pudiese atraer el amor de uno tan santo y tan justo como tú. Con todo, tú nos has declarado tu amor inmutable en Cristo Jesús. Si bien no hay nada en nosotros que pueda ganar tu amor, tampoco hay nada en el universo que pueda impedir que nos ames. Tu amor no es causado ni merecido. Tú eres en ti mismo la razón del amor con el que nos amas. Ayúdanos a creer en la intensidad y la eternidad del amor que nos ha encontrado. Entonces, el amor echará fuera el temor y nuestro agitado corazón estará en paz». Estas palabras de sabiduría nos llenan de consuelo y fortaleza para continuar confiados en nuestro peregrinaje a través de este mundo, pues nada ni nadie puede apartarnos del gran amor de Dios. Satanás y todas las huestes del infierno se pueden conjurar en contra de nosotros, pero no prevalecerán, porque si Dios está por nosotros, nadie podrá contra nosotros.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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