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MORDIDAS LETALES

MORDIDAS LETALES

«Hizo Moisés una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y vivía» (Nm 21:9 RV95).

Cuando los israelitas atravesaban el territorio de Edom, el pueblo se impacientó y empezó con su estribillo repetitivo en contra de Dios y de Moisés: «¿Por qué nos sacaron de Egipto para morir en el desierto? Aquí no hay nada para comer ni agua para beber. ¡Además, detestamos este horrible maná!» (Nm 21:5). Esta fue la última vez que los israelitas expresaron su descontento acerca de la comida que Dios les enviaba y del liderazgo de Moisés. Una vez más los hijos de Israel manifestaron su preferencia por regresar a Egipto que seguir marchando por el desierto. En definitiva, el pueblo de Israel salió de Egipto, pero Egipto nunca salió del corazón de los israelitas. ¿Pueden creer ustedes que Israel llevaba casi cuarenta años viviendo bajo la provisión, protección y dirección de Dios y de sus siervos Moisés y Aarón, y ellos todavía seguían pensando que su vida de esclavos en Egipto era mejor?

Entonces la ira del Señor se encendió nuevamente contra su pueblo y los disciplinó severamente, enviándoles serpientes tan venenosas que cuando los mordían, morían casi de inmediato. Los desiertos por donde pasaron los israelitas albergaban varias especies de serpientes venenosas, como la víbora cornuda del desierto y la cobra egipcia, es posible que algunas de estas especies fueran atraídas por el Señor hacia el campamento donde habitaba su pueblo para morderlos y causarles la muerte. Las serpientes ardientes fueron utilizadas por Dios para mostrarle a su pueblo cómo las quejas mordaces que proferían eran tan venenosas como el veneno que destilaban las serpientes. En otras palabras, Dios les estaba mostrando las consecuencias de sus acciones.

Cuando el pueblo se arrepintió de su pecado y acudió a Moisés clamando: «Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Pide al Señor que quite las serpientes» (Nm 21:6), Dios los perdonó y los sanó de las mortales mordeduras de las serpientes. El Señor ordenó a Moisés tallar la imagen de una serpiente de bronce y colocarla en un poste alto, para que todo israelita mordido por una serpiente pudiera mirarla y ser sanado de inmediato. Cuando el israelita miraba la serpiente de bronce sobre el poste, estaba demostrando su fe en Dios y su obediencia a su palabra. No había otro remedio para salvarse del veneno de las serpientes. Si alguno de los israelitas era picado por una de estas serpientes venenosas y se rehusaba a mirar a la serpiente de bronce, moría inevitablemente. El bronce estaba asociado con la justicia y el juicio divino sobre el pecado del pueblo y la necesidad de arrepentimiento y salvación.

El escritor británico del Siglo Diecinueve, J. C. Ryle, escribió: «Él sabía lo que éramos antes de la conversión: malos, culpables e impuros; sin embargo, nos amó Él. Él sabe lo que seremos después de la conversión: débiles, erráticos y frágiles; sin embargo, nos ama Él». El apóstol Pablo afirmó que, aunque el hombre ha conocido a Dios, nunca le ha glorificado como Dios ni le ha dado gracias (Ro 1:21). Por tanto, todos los seres humanos han sido mordidos e infectados por el veneno del pecado, porque no hay justo ni aún uno. Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto para la sanidad del pueblo, Dios en su gran amor y misericordia ha levantado a su Hijo amado en la cruz del Calvario, para que todo aquel que confiese a Jesús como su Señor y Salvador sea perdonado de todos sus pecados y reciba vida eterna.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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