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UN PARADIGMA NOCIVO


UN PARADIGMA NOCIVO

«Entonces Sarai le dijo a Abram: “El Señor no me ha permitido tener hijos. Ve y acuéstate con mi sierva; quizá yo pueda tener hijos por medio de ella”. Y Abram aceptó la propuesta de Sarai» (Gn 16:2 NTV).

Yahweh tiene propósitos fabulosos para cada uno de sus hijos, pero el creyente que desobedece no haciendo las cosas conforme a la voluntad de Dios y desespera no aguardando el tiempo de Dios, presenta al mundo un ejemplo pernicioso de impaciencia e incredulidad, y es un peligro para el pueblo del Señor y la sociedad en general. Acceder a tener relaciones sexuales con su sierva egipcia Agar para tener un heredero fue un acto de incredulidad, pues puso en tela de juicio el poder de Dios. Abram y Sarai dudaron que el Señor podía sanar su vientre y hacer que ella conciba un hijo a pesar de su edad y su esterilidad. Jeremy Collier, teólogo inglés del siglo XVII, dijo: «La espera paciente es a menudo la mejor forma de hacer la voluntad de Dios». El creyente debe seguir a Dios y no pretender dirigirlo.

En la época de Abram, la descendencia era extremadamente importante, especialmente para las mujeres, ya que ser madre era considerado un honor y una bendición. La mujer estéril era mal vista socialmente y la infecundidad era una tragedia considerada como una maldición de Dios. En realidad, Sarai no creyó que el Señor pudiera fertilizar su útero para concebir y dar a luz a un hijo varón. Por esa razón le propuso a su esposo que se acostara con su sierva Agar como una madre sustituta, una práctica común en aquellos tiempos, aunque eso también conllevaba riesgos emocionales y familiares. Pero, ¿por qué pensar en nimiedades cuando se trata de Dios? ¿Acaso el Señor no sabe hacer las cosas nuevas para que tenga que poner un remiendo nuevo en un trapo viejo? Si todo lo que ha hecho Dios, desde una célula hasta una galaxia, es un verdadero milagro, ¿por qué dudar que Dios haría un milagro en la matriz de Sarai?

Abram recibió una promesa directa del Señor de que tendría un heredero de su propia sangre, un hijo propio (Gn 15:4). Sin embargo, Abram tenía alrededor de 85 años (Gn 16:16) y esa promesa todavía no se había cumplido, de hecho, se cumplió hasta que cumplió los 100 años de edad. Curiosamente, Sarai responsabiliza a Dios de su incapacidad para tener hijos y tenía razón. Dios era quien estaba evitando que esto sucediera con el propósito de hacer crecer la fe, la esperanza y el amor en la vida de sus siervos. La fe en Dios, la esperanza en la promesa y el amor entre ambos, a pesar de no tener a ningún heredero. Adán y Abram fueron los líderes espirituales de sus hogares y cuando sus esposas les propusieron zafarse del plan divino, debieron rechazar sus ofertas y enseñarles a no dudar jamás de la fidelidad de Dios.

Los hombres que desobedecieron a la voluntad de Dios se hicieron mucho daño y causaron estragos a los demás: Adán pecó y transfirió su pecado y la muerte a toda su descendencia. Moisés golpeó la roca y no entró a la tierra prometida. Sansón incumplió su voto de nazareo y su pueblo permaneció subyugado a los filisteos. Elí no corrigió a sus hijos y el Arca del Pacto fue secuestrada por los filisteos. Saúl ofreció el sacrificio y luego perdonó al rey Agag y Dios traspasó su reinado a David. Jonás no fue a predicar a Nínive y tuvo que hacer un viaje submarino a la fuerza. Pedro confió en sus propias fuerzas y terminó negando al Maestro. Y tú, ¿estás viviendo en el centro de la voluntad de Dios? ¿Estás siendo bendecido y de bendición a otros por obedecer a los planes del Señor? Dios promete vida, bendición y victoria a todo aquel que se someta a su voluntad.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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