POR SOBRE TODO, LA PAZ
«Así que Abram dijo a Lot: “Te ruego que no haya problema entre nosotros, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos hermanos”» (Gn 13:8 NBLA).
La niña judía alemana que se convirtió en un símbolo del sufrimiento humano durante el Holocausto, Anna Frank, escribió: «A la gente no se la conoce bien hasta que no se ha tenido una verdadera pelea con ella. Solo entonces puede uno juzgar el carácter que tienen». Eso le pasó al patriarca Abram cuando surgieron disputas entre los que cuidaban sus animales y los que cuidaban los animales de Lot, debido a que la tierra no podía sustentar ambos rebaños. Lot era su sobrino huérfano, hijo de su hermano Harán que había muerto en Ur de los caldeos, su ciudad natal. En dicha ocasión, Dios le ordenó a Abram que dejara su tierra y su parentela, pero Abram cometió el error de llevar consigo a su padre y a su sobrino y ambos le ocasionaron atrasos y problemas. Recuerda siempre: ¡La voluntad de Dios se debe cumplir con prontitud y exactitud!
El novelista francés, Albert Camus, dijo una vez: «La paz es la única batalla que vale la pena librar». El testimonio de Abram nos deja una hermosa pincelada del carácter de un hombre que conoce a Dios. Abram tenía el derecho de escoger los mejores pastizales y los abrevaderos más convenientes, pero renunció a su derecho y aceptó la separación pacífica dándole a Lot la oportunidad de elegir primero, procurando así la buena convivencia con su pariente. Lot eligió las fértiles llanuras del valle del río Jordán, región que tenía abundancia de agua e ideal para la crianza del ganado. Por su parte, Abram se quedó en las montañas de Canaán, confiando en el favor del Señor que proveería lo necesario y lo defendería de sus enemigos. Huelga decir que a Abram le fue bien porque disfrutó de la bendición de Dios y que a Lot se lo llevó la tristeza porque fue por lana y regresó trasquilado.
Con esta actitud Abram demostró dos hermosas virtudes: humildad y fe. Abram mostró su humildad no mirando por lo suyo propio sino por el de su sobrino Lot. Y mostró su fe confiando en la bendición de Dios y no en las ventajas de la geografía o el clima. Y es que el creyente debe imitar las virtudes del carácter tierno y apacible de Dios. El creyente debe ser conocido por ser un vecino amable y respetuoso y no por ser un sujeto conflictivo y pendenciero. Abram fue sabio y generoso para priorizar la paz y la armonía familiar sobre los conflictos territoriales, algo muy difícil de ver en nuestros días a la hora de repartir las herencias, por ejemplo. La resolución pacífica y amistosa de conflictos es un verdadero arte, requiere estar lleno de la presencia de Dios. Bailar con puercoespines no es fácil, es un arte muy difícil y a menudo doloroso. Pero, vivir en paz con todos agrada mucho a Dios y genera gran satisfacción personal.
Para terminar esta reflexión me gustaría ofrecerles algunas aplicaciones prácticas y pertinentes de este pasaje bíblico: 1) En cualquier discusión territorial, debemos anteponer la paz y la armonía familiar. 2) La modestia y la dadivosidad pueden ayudar muchísimo para resolver alegatos de cualquier índole. 3) La resolución sosegada de pleitos implica diálogo, empatía y disposición para encontrar soluciones mutuamente beneficiosas. 4) No dejemos que la codicia y el apego material influyan en nuestras decisiones. 5) Sobre todas las cosas, confiemos en la providencia del Señor.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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