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EL SHADDÁI


EL SHADDÁI

«En la parte superior de la escalera estaba el Señor, quien le dijo: “Yo soy el Señor, Dios de tu abuelo Abraham, y Dios de tu padre Isaac. La tierra en la que estás acostado te pertenece. Te la entrego a ti y a tu descendencia. ¡Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra! Se esparcirán en todas las direcciones: hacia el oriente y el occidente, hacia el norte y el sur; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia”» (Gn 28:13-14 NTV).

El nombre «El-Shaddái» se menciona por primera vez en Gn 17:1, donde Dios se revela a Abram (quien más tarde fue llamado Abraham) como «Dios Todopoderoso» o «Dios Omnipotente». El nombre El-Shaddái está asociado con su poder incomparable y su soberanía absoluta. Y en el v. 2, Dios promete hacer un «pacto» (en hebreo «berít») con Abram, por medio del cual le garantizaba una descendencia incontable. Esta es la primera vez que aparece en la Biblia el término «pacto», y es en este mismo capítulo donde Dios le cambia el nombre a Abram –que significa «padre exaltado»– por Abraham –que significa «padre de naciones»–. Por medio de este pacto, Dios le asegura a Abraham que su descendencia sería bendecida a más no dar y numerosa como las estrellas del cielo y como la arena del mar.

En Gn 26:3-5, Dios ratifica su pacto con Isaac, el hijo de Abraham en su amada esposa Sara, donde le asegura que le dará la tierra de Canaán por herencia, hará que su descendencia sea numerosa como las estrellas de los cielos y que mediante su descendencia serían bendecidas todas las naciones de la tierra. Y todo esto lo haría en cumplimiento de la promesa solemne que le hizo a su padre Abraham. Dios no se desanima ni cambia de parecer con el paso del tiempo. Él muestra su fidelidad a sus promesas: la herencia territorial está asegurada, la bendición y la multiplicación de su descendencia está garantizada y su descendencia bendecirá al mundo entero.

Ahora bien, en el pasaje que nos corresponde meditar hoy, Gn 28:13-14, Dios ratifica a Jacob el pacto que había hecho con Abraham e Isaac. Isaac invoca a El-Shaddái (Gn 28:3) para que la bendición en abundancia, la herencia territorial y la descendencia numerosa se hagan realidad en la vida de Jacob. El-Shaddái implica un Dios que es todo poderoso y capaz de cumplir cualquier cosa, con un poder ilimitado sobre todas las cosas. El-Shaddái también conlleva la idea de la abundancia y la capacidad de proveer para todas las necesidades, hasta dejar completamente satisfecho en todos los aspectos a su pueblo. El-Shaddái también significa que Dios bendice y aumenta la descendencia de aquellos a quienes se dirige. El-Shaddái obró un milagro en el vientre infértil de Sara y concibió a Isaac, y también obró un milagro en el vientre infértil de Raquel y concibió a José y luego a Benjamín.

Finalmente, cuando Dios habló a Moisés en el desierto de Madián se presentó como «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» cuatrocientos años después de la muerte de estos patriarcas. Así que, Dios es Dios de vivos y no de muertos. Esta es una gloriosa afirmación de la resurrección de los muertos en el Antiguo Testamento. En consecuencia, si estamos en la fe de Jesucristo, hijos de Abraham, somos parte de la descendencia espiritual de Abraham y herederos de las bendiciones de este pacto. El-Shaddái está con nosotros para bendecirnos a más no dar, para proveernos de todo lo que necesitamos, para seguir multiplicándonos sobre la faz de la tierra y para defendernos de todos nuestros enemigos. Por esa razón no debemos temer porque nada ni nadie nos puede arrebatar de las manos de Dios y nada ni nadie nos puede separar del amor de Cristo.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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