EL PODER DE LA SUMISIÓN
EL PODER DE LA SUMISIÓN
«Sara vivió ciento veintisiete años y murió en Quiriat Arbá, es decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham hizo duelo y lloró por ella» (Gn 23:1-2 NVI).
Sara es una de las grandes mujeres de la antigüedad y honrada por judíos y cristianos. En el capítulo del salón de la fama de la fe, se lee que «Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido» (Heb 11:11). El nombre Sara significa «princesa» o «nobleza», el cual también se asocia con términos como «señora» o «reina». Abraham y Sara fueron medios hermanos, hijos del mismo padre, Taré, pero en diferentes madres. Ella era estéril hasta que Dios hizo un milagro en su vientre y se convirtió en madre a los noventa años de edad. Ser madre a esa edad no era un reto sencillo, pero Sara lo aceptó y lo cumplió con entereza.
Imaginemos un diálogo breve e íntimo entre Abraham y Sara al final de su carrera:
Abraham: Sarita, mi amor, estoy tan agradecido con Dios por esos momentos maravillosos que vivimos juntos.
Sara: Sí, guapo. Ha sido un viaje increíble, lleno de desafíos y de abundantes bendiciones.
Abraham: Dios realmente es magnífico, nos prometió un hijo propio y nos lo concedió.
Sara: Sí, fue un hermoso milagro, y a pesar de mi incredulidad inicial, Dios fue fiel a su promesa.
Abraham: Tu fe fue increíble, Sarita. Has sido una buena esposa y una madre amorosa, te amo.
Sara: Y tú, cariño, has sido un líder de cien puntos: sabio y valiente. Has guiado a la familia con fe y prudencia.
Abraham: Descansa en paz, mi bella y amada esposa Sarita. Te recordaré con mucho cariño y serás honrada como la madre de nuestra nación.
Sara: Descansa en paz tú también, mi fiel y amado esposo Abraham. Que el legado de nuestra fe perdure por mil generaciones.
El nombre Sara es muy popular en nuestros tiempos, pero su estilo de vida hogareña no. En la actualidad se pondera a la mujer como profesional, emprendedora y compitiendo en el mercado laboral fuera de su casa, y no tanto a la mujer como una esposa sumisa y una madre abnegada. Interesante que en el capítulo de los héroes de la fe del Nuevo Testamento solo se mencionan a dos mujeres por nombre propio, y uno de esos nombres es el de Sara, la ama de casa. En su primera epístola, Pedro destaca a Sara como un ejemplo de sumisión, respeto y fe que las demás creyentes deben imitar. Se menciona su obediencia y respeto hacia su esposo Abraham, incluso refiriéndose a él como «señor». Aunque este matrimonio no fue perfecto, puesto que hubo paisajes hermosos y baches en el camino, sin embargo, Sara se entregó por completo al amor de su vida y eso la emocionó hasta lo más profundo.
Que hermosa historia de amor, Abraham y Sara llegaron al final de sus vidas tomados de las manos, tal y como la empezaron en Ur de los caldeos, juntos y enamorados. El proverbio antiguo que afirma que «los matrimonios se deciden en el cielo» se hace patente en esta pareja. Imagínense, Abraham y Sara celebraron sus bodas de plata, de oro, de brillantes y de hueso cuando cumplieron sus cien años de matrimonio. Con justa razón el novelista brasileño, Paulo Coelho, escribió: «Amar a alguien es una cosa. Que alguien te ame es otra. Pero que te ame la misma persona que amas, lo es todo». Finalmente, un buen epitafio para la tumba de Sara sería: «Sara, esposa fiel y madre de naciones, ejemplo de fe y virtud para las mujeres de todos los tiempos. Su legado perdura en la historia, su amor y fidelidad a Dios trascienden el tiempo».
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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